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LO de Anillos de oro fue diferente a todo lo visto hasta ese momento. Aquellas 13 noches de viernes del otoño de 1983 nos hicieron teleadictos de corazón, convencidos y fieles. Como para traicionar a la televisión con el cine o el teatro con lo que había en casa. Primero estaba el Un, dos, tres, un artefacto por aquel entonces ligero, mucho antes de que llegasen a él numerosos patrocinadores alargándolo hasta el infinito. El concurso de Chicho Ibáñez Serrador concluía puntualmente a las once y media, y entonces la sintonía de Antón García Abril anunciaba la llegada de una ficción realizada en estado de gracia.

uestión de principios, el capítulo inicial, es todo un prodigio de escritura, un material de primera que tuve el honor de manejar en talleres de guion impartidos por los nombres más sonados de la profesión. Tras este arranque en punta y unos episodios por los que desfilaron los actores más reputados de nuestra escena, llegó el momento de resolver la "tensión no resuelta" entre los personajes principales, los abogados que interpretaban Ana Diosdado e Imanol Arias, mucho más joven él. Una curiosidad que se mantiene siempre en lo alto.

La muerte repentina del marido de Lola (Xavier Elorriaga) en el penúltimo episodio revolucionó el país en plena víspera de la Nochebuena. Imaginemos como fue ese 23 de diciembre en nuestros hogares. Con un Un, dos, tres especial navideño, la serie de moda brillando a gran altura, y todavía a siete años vista de que llegasen las privadas. El resultado, algo más de veinte millones de espectadores sintonizando esa velada con la televisión pública. El último capítulo, ¿Por qué has tenido que hacerme esto?, fue toda una apoteosis. España quedó conmovida el 30 de diciembre y esa Nochevieja no se habló de otra cosa. Y Ana Diosdado ya era una diosa entre los espectadores españoles.

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