Contrapunto

Francisco / Javier / Gutiérrez /

Disfraces músico-cofradieros

HAY quienes critican a las bandas y preguntan: ¿Es adecuado que músicos aficionados luzcan uniformes militares tras los pasos? ¿Convierten la Semana Santa en una fiesta de disfraces? A esas preguntas se podría responder con más preguntas: ¿Es correcto que en las procesiones salgan soldados romanos que no los son? ¿Es apropiado que haya muchachas que encarnen a la fe, a la esperanza o a la caridad? ¿Qué pasa con quienes salen de acólitos o encarnan a los Reyes Magos? etcétera.

Las formaciones musicales civiles han lucido históricamente uniformes de inspiración militar. Con la llegada de la democracia, las bandas municipales profesionales se desmarcaron de la estética paramilitar. Desecharon las gorras de plato y las guerreras y pasaron a ocupar en la sociedad el lugar exacto que les corresponde.

Reflexionemos. Nadie se escandaliza porque vayamos al Rocío vestidos de corto o de flamenca sin ser torero, cantaora, ni nacidos hace dos siglos. Utilizamos en sociedad ropas tan anacrónicas, bellas y poco prácticas como el chaqué, frac, smoking, casulla, dalmática, etcétera. Todo el mundo elogia a los armaos de la Macarena o a los romanos del Santo Entierro, y no son romanos...

Si los armaos no pueden faltar en la Macarena Sentencia es coherente que los aires de quienes acompañen al Tres Caídas trianero huelan a mar y luzcan cuales almirantes de la corneta. Que se vista como la Guardia Civil de gala o como soldados del pasado puede ser un homenaje hacia quienes tantos años acompañaron a nuestros cristos. Recuperan esa estampa del pasado de nuestras procesiones y enriquecen su contenido. Se presentan con seriedad y dando lo mejor de sí mismos.

Quienes critican con contundencia los uniformes de los músicos tendrían que reflexionar sobre otro orden de cosas que aceptan sin rechistar. Menos leña… Por mí que ¡viva los armaos y viva las bandas!

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