Diversidad sexual del PP

La verdadera novena provincia andaluza ha sido la Diputación de Sevilla, auténtica tronera del PSOE

Como regalo, junio nos ha traído todo un baño de diversidad. Se hallaba uno celebrando el mes de la Diversidad Sexual, contento por contemplar la flámula del arcoíris (emblema LGTBI), que ahora ondea con pomposidad en la rotonda de la Avenida de Andalucía, junto al centro comercial Los Arcos y el Far East de Los Pajaritos.

Digo que, como servidor, así andaba más de uno, sabiéndose diverso sexualmente, hasta que el pasado domingo, tras el recuento de las elecciones andaluzas, hemos conocido que también por fin somos diversos en lo político. El PP, liderado por el más perfecto de los yernos, ha conquistado al PSOE la provincia de Sevilla (70 municipios azules por 31 que votaron socialista). Nos hemos cansado de la monogamia del PSOE y ahora nos entregamos, alegres y lúbricos, a la diversidad sexual del PP de Juanma Moreno.

Lo primero que muchos hemos sentido es que nos han arrojado el paso del tiempo por encima. Es la primera vez en ¡cuarenta años! que el PSOE no logra controlar su poderosa taifa provincial. Ver ahora que en Dos Hermanas o que en Coripe han optado por el PP nos ha producido una dislocación total de espacio y tiempo. Pero así se deduce de los 336.389 votos cosechados por el PP en el coto del puño y la rosa donde hemos vivido casi toda la vida.

Durante décadas, de forma solapada, ha existido la auténtica novena provincia de Andalucía. No nos referimos al Campo de Gibraltar (esos predios del paro), ni tampoco al país de los andaluces de Cataluña. La verdadera novena provincia andaluza ha sido la Diputación de Sevilla, auténtica tronera del PSOE, icono de aquella mamela para el pueblo que durante largo tiempo se conoció como voto cautivo. Lo más parecido a la taifa sevillana fue el reino de Jaén de Gaspar Zarrías, el hoy condenado por el caso ERE, quien durante años fue el reflejo estético y físico de una forma de ser socialista un tanto repulsiva.

El PSOE nos vuelve viejos. Fernando Villalobos, presidente de la Diputación y del PSOE de Sevilla, forma parte de hecho de nuestras vidas. Tanto es así que su rostro, que tiene su punto judaico, hasta lo hemos asociado al del Herodes del paso de La Amargura. El vate de La Roda de Andalucía lleva más de veinte años presidiendo la novena provincia andaluza, esa gran fábrica logística del PSOE y una de las mayores escuelas de colocación de toda Europa. Ha sabido capear la purga del sanchismo tras la defenestración de Susana Díaz y seguirá en la Diputación hasta 2023. Nos resulta admirable y hasta simpático. La monogamia del tiempo que él representa también nos excita.

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