Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Don Abascal y los calzonazos

El jefe de Vox se erige en salvador de esos que hablan de su pareja con la gracieta de "la jefa", "la parienta"

Don Abascal cogió el tema hace mucho tiempo y no lo suelta. Ha tenido que descubrir ahí un filón de papeletas para el 28-A, pues de lo contrario no se entiende tanto machaque con el asunto del feminismo (ultrafeminismo, según él, y de extrema izquierda, por supuesto). Mitin que da, mitin en el que reluce el asunto como parte clave del guión. Lo hizo el miércoles en Granada en un "acto central de la Reconquista", según definición de un voxiano participante que actuó antes que el jefe supremo. Pero así son las obsesiones de este político, que basa ahora su éxito en transmitírselas, en inyectárselas, ya no sólo a sus correligionarios en pleno éxtasis sino sobre todo al que cree que le falta poco, una duda mínima, para formar parte de su electorado. Don Abascal está convencido de que ésta es la única forma posible de construir un poderoso cuerpo de militantes, simpatizantes y seguidores compacto, sin fisuras, fundido en uno solo. Ah, la unidad: no sólo necesaria e imprescindible, sino sagrada. Ese es su desafío, ignorar (con éxito) que un liderazgo empeñado sólo en inflamar las que considera preocupaciones vitales de "mucha gente" con el objetivo de apretar las filas y crear unidad en torno a él y sólo a él es un liderazgo vacío. Él va a desmentir y a echar abajo este aserto de fatuos intelectuales de izquierda.

Es lo que le ocurre con esa ardua, y desde luego insigne tarea que se ha impuesto y que ha impuesto a su partido, algo que, al parecer, no le deja conciliar el sueño: el de acabar en este país -en su patria- con el "supremacismo feminista que busca que los hombres vivan acobardados". Sin duda, lo hará exhibiendo su despechugadura de caballero español milimétricamente estudiada y con la barba recortada en perfecta formación sin un vello facial fuera de lugar, todo en orden. De esa manera pondrá fin a toda esa agresión feminoide que ha travestido la ancestral masculinidad española y la ha dejado hecha unos zorros, irreconocible de tanta afectación y sumida en un acojone colectivo del que ningún hombre es capaz de sobresalir por miedo a ser marcado con la divisa de machista.

Pero me da que don Abascal se está erigiendo en salvador de los calzonazos. Esos tipos de los que hemos oído hablar y conocido alguno que otro. Esos que aún se refieren a su mujer con la gracieta, siempre un punto chulesca, de "la jefa", "la parienta". Pobrecitos míos. ¿Y están casados con una ultrafeminista?

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