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Luis Chacón

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Don Manuel

A Fraga era mejor leerlo que escucharlo. Y fue un político de otra época, cuando los líderes eran intelectuales de gran talla

Poco se está recordando en estos días el centenario del nacimiento de don Manuel Fraga. Quizá porque la cercanía de su muerte y su longeva actividad política le hacen un personaje demasiado cercano en el tiempo. Pero también porque, en el actual y enrarecido ambiente político español, su pasado franquista eclipsaría su contribución a la tímida liberalización de la dictadura, amén de obviar su contribución a la democratización del país, su destacado papel durante la Transición, su influencia doctrinal en la Constitución y su indudable esfuerzo por crear en España un gran partido de centro derecha homologable a los de las democracias occidentales. Moderno, tolerante, conservador, democristiano y, aunque mínimamente liberal, claramente desvinculado del autoritarismo franquista.

De don Manuel, a quien se le reconocía unánimemente su talla intelectual, dijo Felipe González que le cabía el Estado en la cabeza. Y lo dijera o no con cierta sorna, es cierto que alabó siempre la incontestable valía de su oponente conservador. Si hay una imagen que represente nítidamente la Transición es la del abrazo de Fraga y Carrillo en octubre de 1977 en el Club Siglo XXI. Que el presidente de Alianza Popular -el partido de muchos exministros de Franco- presentara al secretario general del PCE en un acto público, supuso tal provocación que, a la vez que levantó airadas protestas en los dos extremos del arco político, supuso, mejor que ningún otro gesto, el intento más sincero, honrado y leal de superar las heridas de la Guerra Civil. Supongo que para los espíritus puros de ambos extremos que nos dan lecciones a posteriori, en la actual España de radicalismos dialécticos, aquel gesto no será más que una muestra de colaboracionismo y traición.

A Fraga era mejor leerlo que escucharlo. Y fue, en ese aspecto, un político de otra época. De aquella en la que los líderes públicos eran intelectuales de gran talla. Algo que desapareció mayoritariamente tras la II República y que hoy es absolutamente desconocido. Su ingente producción intelectual es casi una guía de la evolución política de España, de la dictadura a la democracia, siguiendo el camino de la ley, en famosa frase de Fernández Miranda. Todos sabemos que le hubiera gustado ser el Cánovas de la II Restauración. Se quedó en el Moisés de la derecha democrática. Y ese es su mérito. Un mérito inmenso por el que merece ser recordado y homenajearlo.

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