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Los actuales jefes de la Junta insisten tanto en que su Ejecutivo es estable e inspira confianza que levantan dudas. En el aniversario de las elecciones que cambiaron el gobierno destaca que los sustitutos de los socialistas han heredado muchos de sus defectos. El más grave es el tacticismo de corto plazo por el que dedican más celo a perpetuarse en el poder que a mirar al futuro. La propaganda y la destrucción del adversario son los pilares de esa actuación. El autobombo se basa en repetir machaconamente estabilidad y confianza. La reiteración es tan sospechosa que evoca al viejo refrán español "dime de qué presumes y te diré de qué careces".

El Gobierno regional PP-Cs no tiene mayoría en el Parlamento. Está sostenido por 47 diputados, los mismos que tuvo Susana Díaz, con la diferencia que ella disfrutaba del apoyo dócil de Ciudadanos, mientras Juanma Moreno tiene un socio hosco en Vox. Una muestra del cariño verdadero que le tiene la extrema derecha al PP la ha dado esta semana el portavoz Alejandro Hernández calificando el estilo de los populares como de trileros y tramposos, propio de Gürtel. Hay cabreo…

Marín era blando como el algodón con Susana y a Hernández le falta poco para retar a duelo a Juanma. Pero además al PP se le ha complicado el panorama por el hundimiento de Ciudadanos y la hostilidad entre Cs y los ultranacionalistas: Villacís llama inhumano a Smith en Madrid, el diputado malagueño Guillermo Díaz se burla en twitter de la última ilegalidad de la pareja Espinosa-Monasterio, su portavoz en el Congreso refunfuña porque Vox les deja fuera de la Mesa del Congreso... Y después está la propia debilidad de Ciudadanos tras el desastre. Si las elecciones de noviembre hubiesen sido autonómicas las habría ganado la derecha por los pelos, pero con un cambio espectacular: el PP habría sacado 24 escaños (dos menos), Vox 23 (once más) y Ciudadanos 8 (trece menos). El PSOE 40 (siete más) y Adelante Andalucía 14 (tres menos).

Estas cuentas explican muchas cosas. La desconfianza que hay entre los tres partidos de derechas, con Ciudadanos en situación crítica, desdibujado en el gobierno y sin liderazgo social: si Cs se desintegra, con cinco diputados de sus 21 que cambiasen de bando caería el gobierno. Como marca, el PP está estancado y Vox en crecimiento sideral. Es lógico que las autoridades se hayan recetado dosis masivas de autoayuda, pero repetir que el ejecutivo es estable e inspira confianza es sólo placebo. La proyección de las cuentas del 10-N también explica la ofensiva de Adelante Andalucía contra el PSOE en el Parlamento, pidiendo la reprobación de Susana Díaz que los letrados de la Cámara consideran impropia. Aunque ahí hay más madera: Teresa Rodríguez se opone al pacto Sánchez-Iglesias y detesta a Díaz. Completa el cuadro un PSOE en estado catatónico tras la sentencia de los ERE.

Se mire como se mire, no se ve estabilidad ni confianza.

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