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LOS golpes de pecho para presumir de conquista política con el traspaso a la Administración autonómica de la gestión del Guadalquivir y sus afluentes se diluyen en un silencio clamoroso cuando llegan las riadas más previsibles en la provincia de Sevilla. Se utilizaba ayer en Écija el adjetivo histórico como aval de lo inevitable, cuando es en verdad un endeble parapeto de lo injustificable. Dotar a la ciudad astigitana del encauzamiento del arroyo Argamasilla, así como darle adecuada solución a las crecidas del río Genil, debe ser tan difícil como enviar una nave tripulada a Júpiter. Señores, que no es el Amazonas... Histórico es el fracaso para zanjar prioridades como ésta durante los meses de primavera y verano.

Tecnología, expertos y controles hay de sobra para percatarse de que los pantanos y los ríos llegaron a este diciembre con un volumen de agua superior al de los periodos de sequía. Todos recordamos lo lluvioso que fue el pasado invierno, y más se acuerdan en los municipios sevillanos donde en febrero el barro entró hasta la cocina de muchas casas. Por lo tanto, teniendo los pantanos menos margen para evitar el desembalse, y menos altura de cauce disponible los ríos para asimilar una crecida, el problemón estaba servido en cuanto llegara la habitual racha de fuertes lluvias que descarga de 100 a 150 litros en 48 horas.

Sí, el Genil alcanzó en Écija una cota superior en un metro a la de riadas precedentes. Para dar respuesta a esos riesgos de manual, cuya gestión constituye la esencia de la ocupación del territorio desde que el homo sapiens salió de las cuevas, se justifica que, además de ayuntamientos, haya diputaciones, gobiernos autonómicos con delegaciones provinciales, equipos de investigación en las universidades, encargos de informes a los expertos de las instituciones científicas, análisis geográficos, planes urbanísticos, imágenes por satélite y la biblia en pasta. Sin embargo, la postal de Écija es la evacuación de un hospital de alta resolución. Y la terrible factura para miles de ecijanos es que cada pocos años se echen a perder sus coches, sus enseres y sus casas. Sus ahorros. Inaceptable.

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