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Carlos Colón

Educación, deuda histórica

PREGUNTAN en El Mundo a José Luis Rodríguez Zapatero por el balance de los 30 años de democracia que los españoles hemos disfrutado, disfrutamos y esperamos disfrutar tanto como las cosas humanas puedan durar. Y el presidente contesta: "El balance de los 30 años es altamente satisfactorio. Hemos construido la democracia, somos un país de libertades, nos hemos abierto al mundo, multiplicado por cinco nuestra renta per cápita, desarrollado un estado de bienestar. El gran atraso histórico de España, que eran la negación de la mujer y la desigualdad en la educación, se ha superado en un 70% y hemos convivido en paz". En mi modesta opinión tiene razón en todo, matiz más o matiz menos, salvo en una cuestión.

Es cierto que el balance es satisfactorio (lo que no quiere decir que no pudiera -debiera- serlo aún más); que hemos construido la democracia a través de esa asombrosa arquitectura de pactos, renuncias y sacrificios que se llama la Transición; que somos un país de libertades (salvo en el País Vasco, le faltó decir); que nos hemos abierto al mundo (y atenuado la distancia que nos separaba de las democracias occidentales); que ha crecido el nivel de vida y se ha consolidado un estado del bienestar (cuyas bases, hay que recordar, fueron puestas en el franquismo tardío, constituyéndose en elemento crucial para la Transición: ya entonces había mucho que perder si no se avanzaba pacíficamente hacia la democracia); que se ha normalizado casi del todo la situación de la mujer; y que hemos convivido todos estos años en paz (salvo, nuevo olvido del presidente, en lo que se refiere al nacionalismo radical vasco que ha seguido matando o atentando hasta este mismo verano y no ha renunciado a seguir haciéndolo).

Todo es cierto -repito: con matices- salvo lo que se refiere a la educación. No es verdad que se haya superado la desigualdad en la educación, y por consiguiente tampoco en el consumo y uso de los bienes culturales. En cifras sí se ha hecho, pero no en realidades y resultados. La educación, tras treinta años de democracia, sigue siendo la gran asignatura pendiente. Especialmente para la izquierda española que, como Eugenio Trías recordaba en un reciente artículo, es uno de los valores republicanos que la actual izquierda parece haber olvidado reivindicar. La escolarización obligatoria y gratuita es casi universal, las universidades están llenas, nunca tantos españoles han tenido tan universal acceso a la educación: las cifras permiten el optimismo. Pero hay que preguntarse a qué modelo educativo acceden y qué resultados se obtienen: la realidad obliga al pesimismo.

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