LOS datos publicados por el Ministerio de Educación correspondientes al año 2005 sitúan a la Comunidad Autónoma Andaluza en la cola de las regiones españolas en gasto por alumno no universitario escolarizado en centros públicos. Exactamente 4.211 euros al año por estudiante, frente a una media nacional de 5.299. El índice no puede ser más significativo, a la vez que explicativo de las altas tasas de absentismo y fracaso escolar que se registran en nuestras aulas. Es un axioma de general asentimiento que el gasto en educación es, en realidad, la inversión más relevante para el futuro de una comunidad, y de hecho forma parte del discurso oficial sobre la sociedad del conocimiento. Lo que falla es la falta de consecuencia entre dicho discurso y la realidad práctica. No podremos competir si la formación de nuestros estudiantes es comparativamente baja, y tampoco vale el argumento de que en relación con el PIB andaluz la inversión es alta. Precisamente por venir de un punto de partida lleno de carencias es por lo que el esfuerzo inversor ha de ser mayor. La situación del sistema educativo andaluz durante las pasadas legislaturas no ha hecho más que deteriorarse, y el presidente de la Junta parecía ser consciente de esta realidad cuando decidió hace meses enviar a la anterior consejera al Congreso de los Diputados, además de admitir en sus intervenciones públicas que la educación tenía que ser una prioridad y recibir un impulso de mejora y modernización. Aunque es pronto para conocer si la nueva titular de Educación se identifica con esta lectura de la situación, lo cierto es que sus primeras manifestaciones públicas van en una línea de continuismo con respecto a la gestión anterior. Lo veremos pronto. En cualquier caso, es evidente que la Educación necesita de un impulso notable, que ha de plasmarse en una reorientación presupuestaria del conjunto de la acción social de la Junta, así como en la revisión crítica de algunos de los parámetros que han caracterizado la política educativa de los últimos años. Una mayor inversión, desde luego, se impone.

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