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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Educar no es adoctrinar

Enséñese historia de la Ética e Introducción a la Constitución. Toda otra cosa es manipulación y adoctrinamiento

Lo peor de la ley Celaá es que se ha redactado ignorando a los sectores implicados en una versión mísera del despotismo ilustrado. "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo" se tradujo al español el aún más despótico original francés: "Tout pour le peuple, rien par le peuple" ("todo para el pueblo, nada por el pueblo"). Dicho sea salvando las distancias abismales que separan a los déspotas ilustrados de estos demócratas poco o nada ilustrados que siempre que pueden cuelan despóticamente leyes no dialogadas ni consensuadas. Un raro caso de rodillo en minoría que, como los de amasar, aplana gracias a que en los mangos de sus dos extremos -nunca mejor dicho- cuenta con las fuerzas de Unidas Podemos, ERC y Bildu. Y además aprovecha que las cabezas, en estos tiempos de pandemia, con una media diaria de 14.020 casos y 264 muertes, y una crisis social y económica pavorosa, están en otra cosa.

Tras la ley Celaá no se esconde, sino que enseña sus orejas, el interés por adoctrinar. Por eso ataca a la concertada. Por eso sustituye la asignatura de Ética, que no propone ninguna concreta, sino que las estudia en su evolución y propuestas a lo largo de la historia de la filosofía, por otra de Valores Cívicos y Éticos. Fundamentada está la protesta de la plataforma Estudiantado en Defensa de la Ética: "La Ética en particular y la Filosofía en general son materias indesligables del ser humano porque buscan responder a preguntas que tarde o temprano todos debemos afrontar… En la actualidad existe un desprecio de todos los saberes que no sean de tipo instrumental, productivo y ello sitúa con frecuencia a la Ética y a la Filosofía en el punto de mira… Estudiar Ética (…) provee de las herramientas para desarrollar críticamente unos valores propios…".

Estúdiese a Platón y Aristóteles, a Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, a Descartes y a Spinoza, a Kant y a Hume, a Scheler y a Jaspers, a Camus y a Arendt, y déjese que los alumnos decidan sobre el trasfondo de las ideas y/o creencias en las que sus padres les hayan educado. En mi vida fue decisiva la clase de Historia de la Filosofía en la que, en un recién inaugurado Instituto Martínez Montañés, don Ángel Martín Moreno nos explicó el imperativo categórico de Kant. En cuanto a los valores cívicos, impártase una asignatura de introducción a la Constitución. Y basta. Toda otra cosa es manipulación y adoctrinamiento.

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