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Eisenhower

En la víspera del Día D, el general firmó una declaración jurada: "Si fracasamos, asumo toda la responsabilidad"

El 5 de junio de 1944, en la víspera del desembarco en Normandía, el general Eisenhower -comandante en jefe de las tropas aliadas- quiso despedir personalmente a los paracaidistas americanos que iban a lanzarse sobre Francia. En el bolsillo del pantalón, Eisenhower llevaba escrita una declaración jurada: "En caso de que haya algún fallo o fracase la invasión, asumo personalmente toda la responsabilidad del fracaso, que no debe achacarse a nadie más que a mí". Muy poca gente se habría atrevido a hacer eso, pero Eisenhower era así.

Y eso que Eisenhower tenía fama de ser un general mediocre o incluso pésimo. Entre sus colegas se decía que sólo era bueno entrenando los equipos de reclutas para el fútbol americano. Cuando ingresó en la Academia de West Point, Eisenhower -hijo de una familia pobre de Kansas- sólo quería conseguir una carrera universitaria gratis. Suspendió el examen de ingreso en la Academia Naval y entró en West Point de pura chiripa porque el alumno que quedó delante de él suspendió a última hora el examen físico. Durante la Primera Guerra Mundial no logró ir al frente porque lo enviaron a un campo de entrenamiento de reclutas. En 1941, cuando Estados Unidos entró en la guerra, Eisenhower tenía 52 años, se había quedado casi calvo y jamás había tenido mando directo de tropas. En el extraordinario perfil que escribió sobre Eisenhower, James Salter -que también estudió en West Point- lo definía como "el improbable": un general mediocre que no había mandado tropas, pero que tenía dos cualidades que nadie más tenía. Una era la grandeza humana de asumir personalmente los fracasos y la otra, la extraña capacidad de lograr apaciguar a todos sus colaboradores, que se odiaban y se hacían la vida imposible. En cierta forma, esa extraña capacidad fue la que permitió a los aliados ganar la guerra.

Me pregunto cuántos de nuestros políticos actuales -o empresarios o grandes personajes de las finanzas- serían capaces de llevar una declaración jurada en el bolsillo atribuyéndose toda la responsabilidad de un fracaso. Y cuántos serían capaces de ir a despedir personalmente, al pie de los aviones, a los paracaidistas que iban a lanzarse de noche, sin demasiadas garantías de éxito, sobre las posiciones alemanas en Normandía. De eso hace ahora 75 años. Y parece que fue más bien hace veinte siglos.

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