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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

POR elefante en la habitación, los angloparlantes se refieren a un problema de cuya existencia todo el mundo es consciente, pero al que nadie se refiere para evitar una discusión o conflicto mayor. Aunque anglosajona, de origen periodístico y que Banksy inmortalizó en una exhibición pintando un elefante de carne y hueso con el color de la pared de un salón, la expresión podría ser española. Vivimos rodeados de elefantes que preferimos ignorar. Aunque nos den un pisotón. Desde luego, si recientemente ha habido un elefante en la habitación fue el de la pseudoentrevista de Hermida al Rey, una vergüenza para la profesión, para la televisión pública, para la democracia española y un flaco favor a la Casa Real. En el despacho no estaban sus fotos, pero todos vimos el paquidermo de Botsuana y al yerno real.

Hay todo tipo de elefantes. Abundan los políticos. A cada reunión de una ejecutiva suelen acudir en manada. Como a las últimas del PSOE federal, con estampidas entre Rubalcaba y Griñán, o del PP andaluz. Muchos dirigentes, sobre todo los malagueños, se pasan la semana cuestionando el liderazgo de Zoido, pero luego nadie le brama ni le dice ni mu.

Otro ejemplar, con cuernos, es el de los fondos de formación. La UE ha inundado España de miles de millones de euros para combatir su paro estructural. El INE refleja cada mes el resultado. Ahora Unió Democrática de Catalunya (UDC), el partido de Duran Lleida, tras 14 años de proceso judicial y un escandaloso pacto con el fiscal, admite que se financió ilegalmente para evitar la cárcel a seis ex cargos. A ver qué partido tira la primera piedra, cuando casi todos se han financiado ilegalmente, cuando del reparto indecente de estos fondos se han beneficiado sindicatos y empresarios.

La cercana bancarrota de la Junta de Andalucía es otro bonito elefante que recorre los pasillos de San Telmo. Está por todas partes. Detrás del conflicto de los comedores escolares, de miles de parados procedentes de empresas asfixiadas por la morosidad autonómica, y de muchos recortes en servicios sociales, los que prestan ONG que no reciben su subvención. Uno puede dar bonitos discursos de izquierdas, pero tarde o temprano la contabilidad te retrata. Como el falso debate que ha abierto la Consejería de Educación con los colegios concertados o la de Salud en su día con las clínicas privadas. Si ha habido conciertos es porque la Administración se ha ahorrado mucho dinero desviando estudiantes y pacientes a la privada, algo mucho más barato que construir y mantener colegios y hospitales. Ahora se pretende ocultar el desmantelamiento y la saturación de lo público bajo el discurso de la defensa atrincherada de lo público. Ni Banksy habría pintado mejor el elefante.

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