El análisis

Joaquín / Aurioles / Profesor De La Universidad De Málaga

Emergentes

Una de las principales amenazas para la economía internacional es el destino que darán los países emergentes a las millonarias reservas en divisas de las que disponen

DESACOPLAMIENTO. Es la traducción al castellano de la expresión decoupling, que se viene utilizando en el mundo anglosajón para referirse al fenómeno que el FMI describe como la independencia entre el crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo y el ciclo económico de las economías avanzadas. Ya se advertía en su informe del pasado mes de abril sobre la probable recesión de la economía norteamericana durante el segundo semestre del año y de problemas similares para la Unión Europea, pero también se confiaba en que sus consecuencias no alcanzarían a afectar gravemente el dinamismo de las economías emergentes.

Dancing with the Giants es el título que hace unos meses presentaban el Banco Mundial y una institución académica de Singapur, en la que los países emergentes del sudeste asiático y de otras partes del mundo se presentan como la tierra de las oportunidades, como el salvavidas de los excesos financieros en el mundo occidental y como el origen de las principales corrientes de inversión que se dirigen hacia África y Latinoamérica a explotar sus recursos naturales y a participar en empresas tecnológicas de Estados Unidos y la Unión Europea. Son, además, las economías que mejor conocen, porque acaban de experimentarlo en sus propias carnes, las consecuencias de la irresponsabilidad financiera y las que mejor están aprovechando la singular evolución de los precios de algunos productos básicos, el desmantelamiento de los aranceles y los flujos de inversión extranjera.

Se trata, por otra parte, de una realidad mucho menos homogénea de la que aparentan, a pesar de que algunas características son compartidas por la mayoría, como el tamaño de la población y el potencial de mercado, pero también las desigualdades sociales, la extensión de la pobreza y unos salarios de subsistencia para la mayor parte de los trabajadores. China e India son los estereotipos.

Grandes y dinámicas, puesto que en ellas vive uno de cada tres ciudadanos del mundo y van a seguir creciendo al doble de velocidad que el resto del mundo, aunque juntas apenas superen el 6% del PIB mundial, su mayor atractivo hasta ahora residía en que nada parecía poder detenerlas. La clave de sus fortalezas se resume en su aparente independencia de las grandes potencias y en el extraordinario atractivo para la inversión extranjera. Como ejemplo, valgan las exportaciones chinas, que mayoritariamente se dirigen hacia los mercados occidentales, pero cuyo crecimiento tiende a concentrarse en otros mercados emergentes. Algo parecido puede decirse sobre los aprovisionamientos estratégicos y el sistemático desplazamiento de los países desarrollados por parte de los emergentes. Además, están los exportadores de petróleo, entre los que se incluyen Rusia y Brasil, cada vez con mayor atractivo para los inestables flujos financieros internacionales y, en definitiva, una forma de crecer con aparente capacidad de sobrevivir al hundimiento del consumo en los mercados occidentales y a las turbulencias financieras en los de capitales. El problema para estas economías es que todo está cambiando mucho más rápidamente de lo que cabía esperar hace tan sólo unos meses y la crisis de confianza ha terminado por alcanzar a los inversores internacionales, reflejándose en las importantes caídas que han registrado sus mercados de capitales.

Rusia acusa el descenso de los precios del petróleo y la contaminación por activos tóxicos norteamericanos y en la India su tradicional déficit por cuenta corriente se ha elevado hasta niveles históricos, llevando a la rupia a valores propios de la década pasada.

Pero la principal amenaza para la economía internacional reside en lo que estos países decidan hacer con sus millonarias reservas en divisas, a las que no sientan nada bien la inestabilidad en el precio del dólar. Y es que China mantiene 1,8 billones de dólares en reservas de los 7,61 que hay en todo el mundo (628.000 millones en la Eurozona), que junto a India, Rusia y Brasil (los denominados BRIC) acumulan un total de 2,86 billones, es decir, el 38% de todas las reservas mundiales en divisas.

Puede que lo del desacoplamiento y la pretendida independencia de los procesos de crecimiento de los países emergentes no sea más que una ilusión fugaz, pero precisamente por esto, y porque lo lógico es pensar que no van a permanecer indiferentes, hay que suponer que las autoridades norteamericanas habrán tenido en cuenta su posible reacción antes de poner en circulación los 700.000 millones de dólares destinados a salvar a su sistema financiero del colapso.

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