Visto y Oído

Antonio / Sempere

Emilio aragón

SABÍA que Emilio Aragón no me fallaría. En Radio 3 es un espacio que ofrece esta emisora desde hace un par de temporadas, en donde cada invitado, durante una hora, elige un menú a la carta en donde realiza sus recomendaciones musicales, aquellas que por lo que sea han marcado su vida.

Del centenar de menús sugeridos hasta la fecha sabía que el de Emilio Aragón me iba a resultar muy próximo. Lo quiera o no pertenecemos a la misma generación. Y ambos poseemos unos gustos similares.

Aunque Emilio esté allá arriba, instalado en lo más alto de Globomedia, que es tanto como decir en uno de los imperios audiovisuales más potentes en español, y yo allá abajo, de superviviente puro y duro, ese lenguaje universal que es la música nos une con su hilo invisible. Hasta el punto de que si yo conformase mi menú, sin conocer el suyo, seguro que coincidíamos en más de una elección. Lo que corroboré pinchando el podcast de su programa, en el que me encontré, cómo no, a autores tan reconocibles como el Michel Legrand del Verano del 42 o el Leonard Bernstein del America de West Side Story, por citar los dos con los que Emilio arrancó su catálogo.

Efectivamente, su música es la mía, su banda sonora es mi banda sonora, y en ese sentido, Emilio Aragón y yo somos almas gemelas. Contamos con un ADN musical semejante.

Cuando nos tocan determinadas teclas, nos emocionamos igual. Ante determinados estímulos musicales, sentimos lo mismo. Y eso es muy grande. Un hermanamiento muy poderoso. Lo entendí muy bien cuando escuché la suite de Pájaros de papel, música escrita para la pantalla grande con la caligrafía con la que se escriben los secretos del corazón. Música que, desde entonces, me hermanó para siempre con Emilio.

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