PASA LA VIDA

Juan Luis / Pavón / Jlpavon@ Diariodesevilla.es

Empleados inocentes

NO les voy a contar una inocentada. Este es un caso verídico en el que los inocentes son los empleados de una empresa de multiservicios que también se encarga de la atención al público en las salas de algunas exposiciones de arte. Sólo se puede fastidiar la digestión de tanta iconografía si tienes la mala suerte de coincidir en día y hora con un grupo de personas que desconocen lo que es compartir con el prójimo un lugar público donde se debe hablar como mucho en voz baja, hasta el punto de provocar el bochorno por su escandalera y desconsideración.

Nos dirigimos a las azafatas contratadas para controlar lo que sucede en las salas, con el fin de que aminoraran esa bulla andante de maridos, mujeres, cuñados, primos y sobrinos. Y es entonces cuando uno descubre que prefieren ser maniquíes porque se sienten amedrentadas por las posibles represalias que adopte su empresa. Si reconducen a los gritones, se exponen a reclamaciones y en esos casos siempre se le da la razón al espectador. Se establece la presunción de culpabilidad de la azafata. Por lo tanto, prefieren esperar a que amaine el mal rollo, y se impone el mal gusto.

Cuando pasó el barullo, una azafata me confesó que horas antes lo había pasado aún peor porque un hombre borracho deambulaba por las salas como Pedro por su casa (el acceso a la exposición es gratuito) en actitud agresiva. Fue auxiliada por el guardia de seguridad para evitar que se propasara o con los cuadros o con ella. Y lo que temía es que ese incidente, del que era inocente, le supusiera quedarse sin trabajo.

Así son hoy las inocentadas.

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