DEBE ser muy desagradable ser el más rico del pueblo y que recibas negativa tras negativa para trabajar en tu cortijo. Es lo que está ocurriéndole al Barcelona en su pretensión de fichar a un recambio para uno de los que componen su tridente mágico. El último caso ha sido el de Vietto optando por la seguridad de una titularidad que por la segura seguridad de ver el noventa por ciento del curso junto a Luis Enrique y Juan Carlos Unzué.

Y no ha sido Vietto el único en decirle que no al Barça, pues ya antes fue Gameiro el que prefirió irse al Atlético de Madrid. Y me imagino que todo eso debe ser traumático para un club al que todos iban de cabeza. Traumatismo que es algo así como morir de éxito o en perfecto estado de salud. También Griezmann miró hacia otro lado, como Vietto y Gameiro, prefiriendo asumir el papel de cabeza de ratón antes que el de cola de león que se presume para el cuarto hombre.

Parece que entre ser el cuarto hombre para el ataque azulgrana y el chico de los mandados hay muy poco trecho. Demasiado poco para que sea atractivo, que hasta Nolito, que es agradecido y ama esa casa, prefirió irse a la muy nublada Manchester antes que volver al Camp Nou. Pero es que ese trío de ases que enardece a la gent blaugrana es tan bueno, es tan de otro mundo que a ver quién es el que osa darle banquillo a ninguno de los tres, sobre todo al capo de la banda.

En el Barça de siempre hubo sobredosis de delanteros excepcionales y hubo una vez en que ese vestuario acogía a Basora, Kubala, Kocsis, Eulogio Martínez, Tejada, Luis Suárez el gallego, Villaverde, Evaristo, Czibor... Una constelación de estrellas que hacía impredecible la alineación en la que, unos más que otros, todos rascaban bola. Pero ahora son otros lópeces y resulta innegociable el banquillazo, de ahí que el drama de no encontrar recambio obsesione al Barça.