La ciudad y los días

carlos / colón

Encuentro en la ermita de los Ángeles

SE construyó a finales del siglo XIV un hospital para negros junto a la puerta de Carmona, extramuros, cerca del convento de San Agustín. Para dar auxilio religioso a los allí asilados se creó la hermandad de Nuestra Señora de los Reyes -por los Reyes Magos de Oriente, al ser uno de ellos negro- que después pasó a llamarse de Gracia y finalmente de los Ángeles. En 1460 erigieron el humilladero después conocido como la Cruz del Campo cuando fue reconstruido por el marqués de Tarifa tras su viaje a Tierra Santa. En 1550 se establecieron en la capilla que hoy poseen y cuatro años después se erigieron como hermandad de penitencia. Desde 1573 hasta la construcción de la parroquia de San Roque, la ermita de los Ángeles fue elevada a la dignidad de parroquia para la atención de las muy modestas gentes que, por vivir extramuros, no podían recibir auxilio espiritual cuando se cerraban las puertas de la ciudad. En 1635 adquirieron el extraordinario Cristo de la Fundación, que Andrés de Ocampo había esculpido en la cumbre de su arte, un año antes de su muerte en 1623.

Hoy esta imagen extraordinaria recibe culto, cuatro siglos después de su hechura, en la misma capilla que labraron hace cinco siglos los modestos cofrades de una corporación nacida hace seis siglos. Hoy se celebra allí la Función Solemne en honor de Nuestra Señora de los Ángeles. Y hasta mañana tendrá lugar el jubileo que conmemora el establecido por San Francisco de Asís. Nunca paso ante su puerta sin sentir admiración y cariño. Es un milagro de amor la perduración de estas devociones y cultos en una pequeña capilla de extramuros que, tras derribarse las murallas, quedó en esa difícil tierra de nadie para el arraigo devocional que no es ni centro ni barrio. Pero allí siguen. Y allí seguirán cuando usted que me lee y yo que escribo no estemos.

Allí he ido este año, primero en que me falta mi padre en esta fecha. Y allí irán cuando yo falte mis hijos, a quienes su abuelo les enseñó la devoción al Cristo de la Fundación, Jueves Santo a Jueves Santo, siguiéndolo desde Santa Catalina hasta la calle Orfila. Cada año, tras Fundación, sentirán su presencia sin aguijón de muerte. Como la siento estos días al cumplir el rito que hace tantos años él me enseñó, sentándose al caer estas tardes de fuego y jubileo en la nave del Cristo, junto a la puerta abierta al compás de cal y jazmines. Dios y el Cielo según Sevilla.

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