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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Enorme quebranto a cuenta de Carvalho

Las federaciones no se fían de los clubes y los futbolistas nunca dicen no a sus selecciones

Mandamos oro y nos devuelven cobre es una frase que cierto entrenador dijo tras recibir lesionado a uno de sus futbolistas. Lesionado en el equipo nacional, lo que le produjo un gran quebranto al club que le pagaba. Y eso es lo que le ha ocurrido al Betis con William Carvalho, con el que no podrá contar un tiempo que a estas alturas ni se sabe. Indefinido tiempo de baja en el que puede considerarse talón de Aquiles de este Betis.

El peaje a pagar por la contribución al equipo del país del futbolista de turno es incalculable. Todo parte de la desconfianza que le inspira a la federación de turno el correspondiente parte médico. Las federaciones, los seleccionadores, como Santo Tomás, quieren meter la mano en la herida y comprobar directamente el problema que se aduce. Es más, si existe un rayito de luz lo aprovechan, los hacen jugar y allá el club que les paga. Total, se llama a otro y punto.

Claro que en este asunto, el futbolista no está libre de culpa. Ayuda poco, o nada, a su club y acude a la llamada de su seleccionador aunque esté sólo para sopitas y buen vino. Como la soldada del club está segura, para qué correr el riesgo de enfadar al seleccionador y que se lleve un tiempo sin convocarlo. Tan seguro como el dinero del club está en el aire el de su equipo nacional, conque ni a dudar en acudir a la llamada y ni a pensar en negarse a entrenar o jugar el partido.

Carvalho no jugó ante el Eibar por unas molestias y vuelve de Portugal con un problema mayor, infinitamente mayor. El punto más débil del equipo bético está, precisamente, donde juega el portugués, por lo que el destrozo es considerable. Los portugueses no se fiaron del parte médico, el futbolista ni a pensar en no acudir y al club que le paga que le vayan dando por do más pecado haya. Y la guinda del pastel es culpar al Betis de mala planificación. Lo que hay que oír, Señor.

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