Cuchillo sin filo

francisco Correal

Escamilla

LA palabra me abrió la puerta del artículo. Escamilla. Se la oí ayer a Antonio González, el anticuario que tiene en su tienda de antigüedades, El Pianillo, un compendio de delicias artísticas. Ha estado postrado unos días en una silla de ruedas porque se cayó por la escalera, siendo ésta, como en el verso de Machado que Serrat hizo saeta, la que le sirve para ponerse a los pies de la Madre del que está en el madero. "No te vayas, Escamilla", le dijo a otro comerciante en la calle Feria, abarrotada como todos los jueves del Jueves. Por Escamilla me fui a Cañete. La candidata socialista a las europeas, paisana simbólica del cineasta Berlanga, habrá visto la gracia pajolera con la que el genio valenciano utilizaba en sus películas apellidos como Escamilla, Rebolledo o Cañete.

Cuando Rajoy hizo pública la designación de Arias Cañete para las europeas, la candidata socialista empezó a llamarlo por su segundo apellido y no hay que ser Saussure ni Rafael Lapesa para percibir intenciones extralingüísticas en el uso de una u otra palabra. El lenguaje no es neutral. Desde el primer momento, Valenciano explotó la comicidad del apellido del ex ministro de Agricultura, ejercicio en el que la imitaron compañeros de partido, tertulianos, informadores y, lo más sorprendente, correligionarios del propio Arias Cañete. Igual nos estamos moviendo en el terreno del subconsciente, pero alguien debería haber reivindicado la paternidad del cabeza de cartel del partido en el Gobierno en igualdad con su señora madre.

Conocí a Arias Cañete como perdedor. En las municipales de 1995, cuando se enfrentó a Pedro Pacheco en su etapa napoleónica en la pugna por la alcaldía de Jerez. Recuerdo la foto que Cristóbal Ortega le hizo en una moto, caballo oficioso de la ciudad. Lo que hizo entonces Pacheco, incontinente, hiperbólico, exagerado como Martín Romaña, lo podría hacer ahora una simple frase. Una metedura de pata. En estos tiempos de albricias tecnológicas, no deja de ser un homenaje a la fuerza de las palabras. El mujerismo, ese feminismo oportunista e inoportuno de los machistas de izquierda, no se rasgó las vestiduras cuando Leguina reveló que el amigo de Zapatero Manuel Barroso le propuso a su esposa embarazada, Carme Chacón, para ministra de Defensa como golpe de efecto. De jarrón chino a tanque de tormentas. Y nadie dijo esta boca es mía. De Berlanga.

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