DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Ala hora que escribo están reunidos los jueces del Tribunal Constitucional. Daría algo por ser un testigo presencial, mudo, de lo que está pasando en la sede del tribunal. Es extraordinariamente importante. Hay una batalla completa, sin cuartel. No llevan puestos los ropones de su dignidad, pero como si los llevaran. Según qué acaben diciendo serán más o menos fachas, más o menos golpistas, los nuevos Tejero. No serían ni una cosa ni la otra cuando todos sean progresistas, o la mayoría, pero hasta ese momento estarán en cuestión. Se trata del progresismo obligatorio, ser conservador es una rémora en todos los casos. Reciben los misiles que sin parar disparan los criminales rusos que obedecen a Putin, los conservadores son los ucranianos de esta cuestión. Todo lo que se pretende hacer desde el Gobierno de Sánchez requiere del asentimiento o la neutralidad del Constitucional. Un tribunal susceptible de declarar anticonstitucional lo que hace el Gobierno de Sánchez sería una catástrofe para Sánchez. El predominio del Poder Ejecutivo sobre todos los demás es la cuestión a lograr. Irrenunciable. Porque se supone que ya controla la mayoría del Poder Legislativo, sólo el Poder Judicial se le resiste. Hasta lo que decidan hoy los jueces del Constitucional. Los tres poderes de la Democracia liberal, una vez sometidos al Poder Ejecutivo, el Poder a secas, abren el camino a la dictadura. Algunos ya lo están diciendo. Vendrán las leyes modificadas, si triunfa Sánchez, y se hará la reconstrucción completa del relato imprescindible. Sí es sí, qué duda cabe. Por eso, además, quisiera estar de testigo mudo en la reunión de ahora mismo que escribo estas palabras. Y prestar mucha atención a los argumentos y a los argumentarios. Es muy importante. Cuando una ley con todo el veneno dentro pasa ese tamiz constitucional como la luz el cristal, puede que queden pocas esperanzas. El peso del ropón puede que sea insoportable. Las espaldas gastadas de tanto inclinarse al estudio van a soportar presiones difíciles, imposibles. Como lo de Sicilia, el diputado socialista que vio al teniente coronel Tejero vestido de juez, convertida la pistola en fallo judicial. Mucho más que truculencia. Desesperación. Es lo que tiene ser juez, ser jueza. La balanza, la venda sobre los ojos. Todos iguales ante la Ley. Tremendo el esfuerzo de los jueces y las juezas, siempre enfrentados a las mentiras de los presuntos y a la presión externa de los implicados y concernidos. Mi reino por un caballo, recuerden. Y no precisamente el de Pavía. Las plazos vencen, solía decir don Manuel Olivencia. Puede que hayamos llegado a ese límite. ¿La línea que no se puede pasar? Ahora mismo ignoro lo que está pasando en la deliberación.

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