DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Espadas, el moderado, sufre un tormento

A los consejeros de Medio Ambiente hay que darles el pésame y no criticarlos cuando se muere un lince

Hace ya muchos años que alguien dijo con cierta guasa en una tertulia improvisada que a los consejeros de Medio Ambiente había que darles el pésame cuando un lince es atropellado en la carretera de Matalascañas en lugar de someter al político de turno a juicios de valor críticos con su gestión. Cada vez que el alcalde Juan Espadas, el moderado, y su lugarteniente Antonio Muñoz, el hombre de los Goya, presumen de batidas contra los veladores en rincones varios del centro, recuerdo lo del lince y el consejero. Los veladores nunca se acaban, siempre retornan. Espadas y Muñoz siempre sufren un tormento. Generan ya hasta compasión en su lucha contra los abusos de los hosteleros. En lugar de censurar su incapacidad para combatir los efectos de la voracidad recaudatoria de algunos taberneros, convendría echarles el brazo por el hombro, ofrecerles un pañuelo, acompañarles en el sentimiento y ejercer eso que ahora se llama coaching. Como con los consejeros a cuenta de los linces. Para maratón, pero maratón de verdad, el que tienen Espadas y Muñoz en una lucha imposible. El alcalde sufre el tormento de haberse quedado solo, amenazado por el sanchismo en su partido y puesto en jaque en su eficacia por esos veladores que le persiguen hasta en sueños. La Plaza de la Alianza -en la que Urbanismo ha intervenido con una eficacia condenada a ser efímera- era una cochambre de mesas y sillas que acosan desde hace años los muros del Alcázar, como lo es ya la Plaza de la Contratación, donde cualquier día vemos a Paco Herrero tomando el aperitivo tras bajarse del coche oficial y antes de repartir sonrisas y abrazos hasta a las farolas. Como lo es también la Plaza de Doña Elvira, el arranque de la calle Placentines, con mesas embistiendo contra la fachada del Palacio Arzobispal, y el consabido entorno de la Catedral. Que todos los sevillanos se acerquen a Espadas, el moderado, y le ofrezcan el testimonio de su consideración más distinguida. Que todos los ciudadanos consideren que el exceso de veladores es un asunto de ciudad, dicho con la grandilocuencia de un ministro de Franco. Todos debemos estar unidos ante tan grave amenaza, todos en torno al alcalde que recibió la herencia envenenada de mesas y sillas que se multiplican como las cucarachas en un piso abandonado. Que todos ustedes animen a Espadas y a Muñoz en su particular maratón contra los veladores, a sus cuadrillas que dejan limpias las plazas en un plisplás, a los vecinos denunciantes. Todos juntos venceremos esta amenaza. Nada de criticar al alcalde ni a su delegado de Urbanismo. Cuando usted vea un velador ilegal, deles el pésame, no la tabarra. Y será usted un ciudadano ejemplar .

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