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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

España, reserva sectaria

Se aplaude la implicación política. A condición, caso de Arturo Fernández, de que no sea con la derecha

Leo no sin asombro, porque todos conocemos los bueyes con los que aramos, los exabruptos en las redes con ocasión de la muerte de Arturo Fernández. Una periodista valenciana tuiteó: "Estaría bien que en algún momento también pudiésemos decir que era un machista, un clasista y un rancio de mierda". Perfecto. Todo el mundo tiene derecho a autorretratarse con lo que diga y, sobre todo, la forma y el momento en que lo haga. Peor me parece que en alguna necrológica de medios nacionales se le reproche al actor ser de derechas, proclamarlo con provocativa ironía y negarse a actuar en Cádiz por ser una ciudad gobernada por Podemos, formación que -dijo- "me cae como una patada en el hígado". Pese a ello o por ello, conocidas sus simpatías por Kichi, Pablo Iglesias ha recordado con afecto que trabajó en una serie suya como extra y era "un tío majo".

Lo molesto es que quienes critican a Arturo Fernández por explicitar sus posiciones de derechas llevan décadas aplaudiendo que los actores hagan explícitas las suyas de izquierdas, conviertan las galas de los Goya en críticas al gobierno (sólo si gobierna el PP, claro: "Buenas noches, compañeros, amigos de la cultura y del cine español. Señor Wert, usted no está incluido en esto último", saludó no muy educadamente Almodóvar al ministro de Cultura en los Goya de 2015), pidan cordones sanitarios contra el PP, creen plataformas de apoyo a Zapatero con el gesto de la ceja, afirmen que a los políticos del PP "la cultura les pone nerviosos, son los hijos de los que ganaron la Guerra Civil y les da miedo la cultura" (Iñaki Guevara), tuiteen tras la moción de censura contra Rajoy "a la PPuta calle" (Alex Martínez) o afirmen "¿Cómo vamos a combatir a Vox, a Ciudadanos y al PP juntos? El fascismo sólo se combate a hostias" (Willy Toledo).

Desde Bardem a Toledo pasando por Almodóvar y otros muchos del cine y el teatro nacional se aplaude la implicación política de los artistas. A condición de que no sea con la derecha. O ni tan siquiera eso: basta la independencia o no ser de izquierdas -lo que no significa ser de derechas- para ser condenado. Somos la reserva sectaria de Europa porque ya pasaron los tiempos en que, vayamos a la dulce Francia, se arrinconó a Camus y Arón o a Montand le pasó factura romper con el partido comunista tras la invasión de Praga e interpretar La confesión con guión del traidor Semprún.

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