La esquina

josé / aguilar

Esperanza mete el dedo en el ojo

NO falla nunca. Es como un hábito de la política española: cada vez que Rajoy se encuentra en un serio aprieto aparece Esperanza Aguirre y le mete el dedo en el ojo y le aprieta un poco más. Y siempre con el palo y la zanahoria. Primero le arrea el zurriagazo y después, con total desparpajo, recoge velas y pone cara de no haber roto nunca un plato. Eso sí, el mensaje queda.

Los seis millones (de parados) han supuesto el mayor golpe recibido por Mariano Rajoy desde que está en la Moncloa. También ha sido la primera vez que los dirigentes territoriales del PP han caído en una situación de desconcierto ante la política de su Gobierno. De desconcierto y de miedo. La elecciones autonómicas y municipales no están tan lejos y muchos empiezan a temer por su propia suerte, asociada sin duda a la de un Ejecutivo que hace lo que no iba a hacer (subir los impuestos) y fracasa en su objetivo principal (reducir el desempleo).

Ahí es donde entra Esperanza Aguirre para criticar precisamente eso, que el PP de Mariano se ha apartado de su programa y para proclamar que ella sí tiene una alternativa: bajar impuestos en lugar de subirlos e incidir más bien en el capítulo del gasto público, en particular en el tamaño y el peso de las administraciones públicas. Menos Estado y más juego para la economía privada desprovista de los ahogos de una fiscalidad socialdemócrata. Liberalismo de manual, resurrección de Thatcher un cuarto de siglo después de Thatcher.

Un día después del palo, la zanahoria. Aguirre puntualizó ayer que Mariano Rajoy no se equivoca en nada, un sintagma que valdrá hasta la próxima ocasión en que considere oportuno distanciarse del presidente del Gobierno. Con pocos efectos prácticos, porque lo más curioso de las piruetas de la antigua presidenta de Madrid, y ex presidenta del Senado, y ex ministra, es que tienen tan buena prensa como escasa trascendencia política. Su notable eco mediático coexiste con su escuálida influencia orgánica. Quizás cambiaría la situación si en vez de incordiar a Rajoy a través de su blog se levantara en la dirección del PP y planteara su alternativa. O no, que diría el mismo Rajoy.

El presidente ha asumido que tendrá que convivir con este tábano fraterno -son los peores- hasta que sus éxitos con el rescate y la prima de riesgo se complementen con el crecimiento y el empleo. Lo malo es que aquí el complemento es lo realmente importante y que se hace de rogar.

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