La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Esperar a la esperanza

No podemos imaginar la Gloria, que Dios nos perdone, mejor o distinta de lo que sentimos ante Ella

Avanza la cola. Se pasa la verja. Se pisa el atrio. SÓlo se ve la corona sobresaliendo sobre la multitud que se le rinde mirada a mirada, beso a beso, lágrima a lágrima, recuerdo a recuerdo, oración a oración; todo como una y la misma cosa porque ante Ella todo el ser se hace oración; toda ausencia, presencia; toda muerte, vida; todo dolor, consuelo; todo pasado, presente; y todo futuro, eso que unos llaman eternidad y nosotros Gloria Macarena. Le pone este milagro esculpido nombre propio y querido rostro familiar a lo que más se teme, a lo que da más vértigo cuando se piensa en ello: la muerte y lo que tras ella nos aguarde. Ante Ella ya no hay promesas inciertas o ilusiones creadas por el miedo, sino solo una luminosa certeza: hay unas manos que aguardan. Las manos que besamos son las que acogieron las almas de los nuestros, y las acunaron como la Virgen del Rosario a su niño dormido, y las que acogerán las nuestras cuando nazcan a una Gloria que no podemos imaginar, que Dios nos perdone, mejor o distinta de lo que vemos y sentimos cuando estamos ante Ella. Divina partera que coge las almas recién nacidas con sus manos benditas es la Virgen de la Esperanza.

Sigue avanzando la cola. Y Ella se acerca, se crece, se agiganta. Es tan hermoso esperar aquí como hacerlo en la Madrugada. ¡Esperar a la Esperanza! Avanzar despacito, siguiendo esta cola en la que se siente y se vive la comunión de los santos entre todos los que peregrinamos en la tierra, se purifican después de muertos y gozan de la bienaventuranza celeste, todos unidos en una sola Iglesia como ahora lo estamos avanzando hacia la Esperanza, como lo sentimos cuando en la Madrugada la esperamos hasta que los antifaces de terciopelo gastado por muchas madrugadas y el oro apagado de los escudos anuncian que ya está cerca y vemos danzar los juncos con forma de ciriales.

¡Esperar a la Esperanza! Escribió Laín Entralgo que la espera se hace esperanza cuando el hombre confía con firmeza en seguir siendo; y que la esperanza llega a ser auténtica y radical cuando ese seguir siendo se convierte en ser siempre. Esto es lo que sentimos aquí conforme avanzamos hacia la Esperanza que nos aguarda -otra vez, como siempre había sido y como debe ser- pisando el suelo, a nuestra altura, avanzando con cariño y cortesía a nuestro encuentro hasta el límite del presbiterio para abolir las distancias que esta Virgen no tolera.

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