Coge el dinero y corre

fede / durán

Estación fantasma

MECANISMOS coyunturales de protección. En la jerga del Gobierno, esa frase encierra el verdadero drama de España. Mariano Rajoy se ha comprometido con los sindicatos a lanzar redes e instalar colchones a los 3,5 millones de parados con más de un año sin trabajo. En realidad, muchos de ellos aún cobran la prestación por desempleo y cuentan con el recurso posterior al subsidio. En algunas comunidades existen ayudas adicionales. Para entender la dimensión del problema conviene resaltar dos factores: el primero es que muchos de los laboralmente derrotados proceden de la construcción, y a esta ex gallina de los huevos de lodo no se le ha buscado un sucedáneo con pies de plomo. El segundo, que ningún Estado empujado por vocación o circunstancias a la beneficencia puede considerarse miembro de pleno derecho del mundo avanzado.

Quizás sea hora de hablar de capacidades. Como potencia marítima y continental acumuladora de riquezas, España nunca dio a su pueblo los envoltorios del bienestar. La impericia, la codicia, la corrupción y el dispendio abocaron al Imperio a la bancarrota permanente. Hoy, dejado atrás el dominio global y superada la tragicomedia del siglo XX, España luce más alemana que Italia pero también más latina (o mediterránea) que Alemania. Esa dualidad afecta infaliblemente a un mapa de cuentas donde las piedras preciosas conviven con los toscos chinos.

Los chinos son mayoritarios porque la educación falla desde los cimientos. La cultura del aprobadillo prevalece sobre la del esfuerzo, desincentivando a flojos y aplicados por igual. Ninguna universidad española destaca entre las mejores del mundo, y los grupos de investigación y desarrollo, concentrados precisamente en el sector público, son sistemáticamente desmantelados bajo el calendario de los recortes. Pese a todo, repasen el retrato robot del parado: escasa formación e identificación casi generalizada con el ladrillo. Más que inyectarles paguitas-parche, el objetivo debería ser la formación. Y ahí nos topamos con un reto colosal. España es tal vez el país que más recursos ha destinado al efecto de la manera más torpe. Millones de euros se han deslizado desde Bruselas y las arcas estatales a los bolsillos de distintos traficantes de estafas. Una vez más, en la estación de trenes sólo queda el rastro sonoro de una locomotora que se aleja.

Una ayuda extra a la prestación, el subsidio y aquellos 400 euros sacados de la chistera de la escasez es simplemente una capitulación. Significa aceptar que hay personas que nunca volverán a trabajar, que no podrán reconvertirse, que serán carne de muerte en vida. Da la sensación de que este Gobierno y todos sus satélites autonómicos aguardan que escampe la tormenta y en el horizonte soleado se recorte de nuevo la silueta del magnate constructor, del constructor del pueblo, del diletante constructorcillo. Entretanto, para matar el tiempo, siempre nos quedará la macroeconomía, supuesta prueba estadística de que todo va bien (el PIB, los precios, la deuda, el déficit) cuando en realidad nada ha cambiado.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios