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josé Antonio / carrizosa

Estación de paso

SUS primeras semanas al frente de la Junta de Andalucía las ha dedicado Susana Díaz a un par de tareas muy concretas con las que quiere que todo el mundo sepa la dirección en la que pretende navegar. La primera ha sido poner tierra de por medio con todo lo anterior para demostrar que ella no tiene nada que ver con lo que deja atrás, por más que ella también estuviera con Griñán en el partido y en el Gobierno. Para ello ha puesto un dique con el que quiere alejarse para siempre jamás de todo lo que haya podido significar corrupción o algo parecido. La segunda, en la que se ha empleado aún con más energía que en la anterior, ha sido buscarse un sitio en la política nacional, ocupando el espacio que la amortización en la práctica de Rubalcaba ha dejado libre. Susana aspira a mucho y no sólo en Andalucía: socavar el precario liderazgo del todavía secretario general es tarea prioritaria sobre todo para que la próxima persona que ocupe el cargo se lo deba a la poderosa federación andaluza del PSOE, la única con poder real y con capacidad para marcar políticas de oposición a la cada vez más debilitada mayoría absoluta de Rajoy.

La presidenta andaluza ha tenido además la habilidad de recuperar un discurso español para el PSOE. Una de las mayores debilidades actuales de los socialistas es que han sido incapaces de recuperar un discurso nacional desde que Zapatero lo pulverizó. El PSOE era un partido que se parecía a España y que podía dar un mensaje nacional en cualquier parte del territorio. Ese valioso activo se perdió y Rubalcaba, que es una rémora del zapaterismo, no era la persona para ponerlo en valor. A Susana le ha faltado tiempo para recoger esa bandera del suelo. Aunque ello le haya conducido a incoherencias tan flagrantes como la de llevarse a Zapatero a su toma de posesión como estrella invitada y luego vapulearlo sin piedad en su presentación pública en Madrid como presidenta de la Junta. En esa ocasión, el culo del ex presidente fue utilizado para que recibiera la patada dirigida al secretario generala allí presente.

Lo cierto es que, por estas y otras razones, la presidenta andaluza se ha convertido en un tiempo récord en una figura nacional de primera fila y tanto en Madrid como en Barcelona se miran con interés los pasos que está dando. Belloch, un histórico del felipismo venido a menos, dijo tras el acto de Madrid que había nacido una estrella y ya la propone como próxima candidata a la Presidencia del Gobierno de España. Susana tiene la suficiente inteligencia política para no dar pasos en falso y no precipitarse. Pero no hay que ser un analista demasiado fino para concluir que para ella la Junta de Andalucía es una estación de paso y que su enorme ambición -una virtud si se sabe manejar con sentido- la llevará a intentar la escalada hacia lo más alto. Griñán lo sabía y Rubalcaba, si no lo sabía, ya se ha enterado. La carrera de Susana Díaz sólo acaba de empezar.

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