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El análisis

Rogelio / Velasco / Catedrático De Análisis Económico

Estanflación y tareas de los gobiernos

Ante el escenario económico actual, la Administración debe plantearse objetivos como sostener la demanda agregada, alentar la prudencia salarial y facilitar el correcto funcionamiento del sector financiero

NO es ninguna novedad el fenómeno del estancamiento económico acompañado de una aceleración de los precios. Ha sucedido a lo largo de la historia; en cada ocasión en la que el precio de alguna materia prima fundamental se ha elevado bruscamente, los distintos grupos sociales no han aceptado una reducción de sus rentas y la política monetaria no ha sido restrictiva.

La que la mayoría de los lectores recordarán, se produjo durante la década de los 70 y primeros 80, cuando la guerra árabe-israelí, primero, y la revolución iraní, más tarde, multiplicaron el precio del petróleo por 10 en sólo ocho años. No fue hasta la segunda mitad del pasado año, cuando el barril de crudo alcanzó un precio, en términos reales, similar al de la anterior crisis, superándolo con creces en la actualidad. ¿Están produciendo los mismos efectos hoy las mismas causas que actuaron hace 30 años sobre la actividad económica?

Para que podamos etiquetar una situación económica conforme a la jerga profesional que se utiliza (recesión, inflación, etcétera) tiene que transcurrir un cierto plazo: el PIB puede reducirse un trimestre, pero remontar en el siguiente; la inflación puede repuntar un mes, pero suavizarse el siguiente... Con el plazo transcurrido desde que a mediados del pasado año la economía de EEUU presentó tasas de crecimiento reducidas y una subida de la inflación, la situación no podemos calificarla todavía como de estanflación; más bien, como de bajo crecimiento e inflación moderada. ¿Podremos atravesar por este trance sin que se produzca la negativa situación de estanflación de la década de los 70? Creemos que hay, al menos, tres razones por las que los países occidentales no caerán en la misma situación.

En primer lugar, la formación de salarios en los países de la OCDE es hoy más flexible que hace tres décadas. Si los salarios reales son muy rígidos, la inflación se eleva más rápidamente y la reducción de la producción también se acelera. La flexibilidad mostrada durante los últimos 25 años puede explicar el tibio intercambio entre ambas variables.

En segundo lugar, ha cambiado sustancialmente la forma como se lleva a cabo la política monetaria. Especialmente, hay que destacar el compromiso de los bancos centrales por conseguir tasas de inflación entre el 2% y el 3%. Este compromiso se ha cumplido durante largos periodos, otorgando una reputación a las autoridades monetarias de la que carecían hace tres décadas, contribuyendo, de manera decisiva, a estabilizar las expectativas de los agentes y reduciendo al mínimo las inconsistencias temporales de la política monetaria (decido hoy algo que no voy a cumplir en el futuro, engañando a corto plazo a todos los agentes).

En tercer lugar, la energía proveniente del petróleo necesaria para obtener una unidad de producto se ha reducido una tercera parte respecto a hace 30 años, reduciendo, en consecuencia, de manera proporcional el impacto de la variación de su precio sobre el PIB.

Hay, sin embargo, dos elementos que no existían entonces: la importante reducción del crédito bancario y la caída en picado del sector inmobiliario. Estos dos elementos van a dificultar el que podamos sortear la situación con comodidad. En el caso de España y de otros países, hay algún elemento positivo adicional. Los más de cuatro millones de inmigrantes han mostrado una gran movilidad geográfica y contribuido a un mejor y más rápido ajuste en el mercado laboral, en contraste con la población autóctona.

La población inmigrante no sólo ha aumentado la flexibilidad, sino que ha suavizado el mecanismo de ajuste salarial que, en otro caso, se hubiese descontrolado, dado el intenso crecimiento experimentado por España en los últimos 15 años.

Para que se produzca la transición de este periodo a otro, en el que el escenario vuelva a ser de crecimiento sostenido, es imprescindible que las elevaciones de precios no se vuelvan a introducir en la cadena productiva a través de negociaciones que contemplen el mantenimiento del poder adquisitivo -las segundas rondas-, evitando que se genere una espiral precios-salarios-costes que se retroalimente y nos devuelva a la nefasta década de los 70.

El sector público en España debe tomar algunas decisiones, pero también emitir algunas señales. En relación con el sector financiero, observar más cercanamente que nunca la política de activos y pasivos de las entidades y recomendar el cierre de muchas oficinas -especialmente de cajas de ahorros- que nunca han entrado ni entrarán en rentabilidad, para que se adapten al nuevo entorno que, en buena medida, tendrá carácter permanente. Las medidas de estímulo fiscal son adecuadas y no debe descartarse algún estímulo adicional. Pero debe emitir señales de austeridad, tanto al sector privado como al propio sector público, alentando negociaciones muy prudentes en los próximos convenios colectivos. En este sentido, habría que revisar las cláusulas automáticas de revisión salarial.

Sostener la demanda agregada, alentar la prudencia salarial, facilitar el correcto funcionamiento del sector financiero. Esas son las tareas de los gobiernos.

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