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CELERIDAD y pragmatismo. Los ciudadanos británicos votaron hace diez días su salida de la UE y ahora son los Veintisiete -no el Reino Unido- los que tienen que liderar la hoja de ruta del proyecto europeo atajando cuanto antes la incertidumbre económica y política que se ha abierto con el Brexit. Europa no puede ser rehén de las luchas de poder del Partido Conservador ni someterse a la calculada estrategia de dilación que Londres quiere imponer para determinar una salida a la carta.

En un momento de profundo cuestionamiento del proyecto comunitario, no pueden ser los sentimientos, la nostalgia ni la frustración los que marquen la agenda de la negociación. Aunque la pasada semana el Parlamento Europeo aprobó una resolución para instar a Reino Unido a que formalice su salida "lo antes posible", ya se puede anticipar que es una actuación claramente insuficiente. El todavía primer ministro británico, David Cameron, no dará un paso atrás hasta después del verano y los tories calculan que no será hasta 2017 cuando se active el artículo 50, iniciando la cuenta atrás de los dos años estipulados para el abandono. Tras la sorpresiva renuncia del que fuera alcalde de Londres Boris Johnson a "guiar al país tras la victoria del Brexit", los dos aspirantes conservadores a suceder a Cameron -Michael Gove y Theresa May- mantienen una intención similar: no activar el mecanismo hasta tener clara una estrategia de negociación. Los tiempos del proceso, sin embargo, no pueden quedar a expensas de los británicos.

Una vez aprobada la resolución, es la Comisión Europea y su presidente, Jean-Claude Juncker, quien debe asumir el liderazgo y garantizar que son los intereses de los países miembros los que son defendidos. Y por un doble motivo. En primer lugar, por la necesidad de contar con unas reglas del juego claras que eliminen la incertidumbre que afecta a la movilidad de personas, a inversiones y a sectores clave como el turismo o el comercio. Gran Bretaña es, por ejemplo, el cuarto mercado para las exportaciones agrícolas andaluzas, en nuestra comunidad hay asentados 80.000 británicos, nos visitan cada año más de dos millones de turistas de las islas y son más de 9.000 los andaluces que residen en Reino Unido.

En segundo lugar, el referéndum supone un precedente con un recorrido político muy peligroso por la capitalización del descontento que están realizando formaciones populistas en Austria, Holanda o Francia y, a nivel nacional, por el impacto que pueda tener ante conflictos enquistados como el de Gibraltar o las aspiraciones soberanistas de Cataluña.

La complejidad del escenario que ha abierto el Brexit exige firmeza, agilidad y contundencia en la negociación, pero también una dosis extra de ese espíritu pragmático tan inglés.

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