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Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Europeos

CUANDO en 1986 España entró en una Europa que se llamaba aún Comunidad Económica Europea, nos bebimos de golpe años y años de progreso que, de haber seguido solos, quién sabe cuánto hubiéramos tardado en darnos. Desde entonces, nuestra regulación en materia industrial, comercial, bancaria, ambiental, de consumo, de competencia, de leyes en general nos ha venido en buena parte importada por unos socios entre los cuales no pocos estaban por delante varias décadas en ésas y otras materias. Una especie de Ilustración importada. Recordarán la escena de La vida de Brian en la que el cabecilla de un grupúsculo resistente en una Judea ocupada se pregunta: "¿Y a cambio [de desangrarnos] los romanos, qué nos han dado?". Los correligionarios responden tímidamente uno tras otro: "Los acueductos... el alcantarillado... las carreteras... la irrigación... los baños públicos...". Pues, ¿qué ha hecho la Unión Europea por nosotros? Por cercanía profesional, se le viene a uno a la cabeza esa maravilla de la que disfrutan los españolitos universitarios llamadas becas Erasmus (cuyo principal objetivo, recordemos, la concienciación en el "soy europeo"), renombradas maliciosamente becas Orgasmus por lo bien que dicen que se lo pasan nuestros chicos en Pisa, Nantes, Cracovia, Pilsen o Tallin. De Europa ha venido todo el dinero del mundo para convertir a nuestras infraestructuras en unas de primerísimo orden, y también una insospechada -por subsidiada- seguridad agrícola y ganadera. De Europa han venido flotas enteras de containers repletos de billetes para la formación, que en muchos casos hemos utilizado ineficaz y hasta delictivamente de la mano de instituciones desvirtuadas como los sindicatos y las patronales y sus consultoras afectas. De Europa ha venido la disposición de tecnología e innovaciones que en este país del "¡Que inventen ellos!" no hubieran estado disponibles sino a un coste mucho mayor, porque nunca las hubiéramos desarrollado. De Europa ha venido, mucho más para bien que para mal, el euro, una moneda que nos ha dado rumbo viajero y presencia comercial (y, sí, también una inflación importada que convirtió cien pesetas en 165 sólo para los gastos, que no para los salarios). Europa nos ha dado acceso a un mercado enorme que ha profesionalizado a nuestras empresas y dado destinos mucho más fáciles a nuestros productos y, menos, a nuestros servicios avanzados. De Europa, también, ha venido últimamente la mano dura presupuestaria y la austeridad, que era inevitable aunque muy cruel al estar inspirada en exceso en los traumas históricos y los intereses alemanes. Utilicemos nuestra balanza a la hora de decidir votar, y en qué sentido. Servidor vota.

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