FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

SE puede negar la evidencia. O mejor cabría plantearlo entre interrogantes. ¿Se puede negar la evidencia? Primero fracasó El rey de la comedia con Edu Soto. Ahora Hijos de Babel con Antonio Garrido. Definitivamente, los realities no son para la televisión pública. Por definición no pueden serlo. Para que funcione, un reality exige unas reglas del juego muy claras. Que cumpliendo no son garantía de éxito. Y que saltándose llevan al fracaso.

Los realities exigen el empujón de otros programas satélite que vertebren el formato. Exigen tertulias y debates donde se apuntale a sus participantes, se conozca a sus amigos y parientes, platós que acojan con los brazos abiertos a los eliminados para que den sus testimonios en directo y echen la lagrimita en directo. Y todos estos planteamientos, como es lógico, chocan frontalmente con los principios de una televisión pública. Argumentaba Margarita Riviere que Hijos de Babel ha fracasado porque el público no se identifica mayoritariamente con los concursantes inmigrantes. Yo la contradigo recordando que ahí están los culebrones, con actores venezolanos, colombianos, argentinos, con otros giros, otras costumbres y otros modos, arrasando dos décadas en nuestras cadenas. Donde más, precisamente en La 1, que ha llegado a emitir por las tardes hasta tres de ellos consecutivos, a pesar de que debería evitar las ficciones de estas características. Luego todo es relativo. La pública, hasta el momento, ha fracasado en sus realities, porque no se ha atrevido a mojarse con ellos con todas las consecuencias. Mientras consiente un Gente rosa y negro que clama al cielo, y ya lleva diez años. Y tantas otras barbaridades. Sí le salió bien El coro de la cárcel, del que ya se prepara la segunda edición. Y viendo lo que pasa en casa del vecino con Fama no nos extrañaría que lo siguieran intentando con otras fórmulas.

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