En tránsito

eduardo / jordá

Extraño fruto

EN el sur de Estados Unidos, hace ahora cien años, bastaba que alguien dijera que un negro había robado una gallina o había mirado con malos ojos a una chica blanca, para que se juntara una turba y el pobre negro apareciera colgando de un árbol. Billie Holiday cantaba una canción, Strange Fruit, sobre aquellos "extraños frutos" que colgaban calcinados de los árboles. Y el padre de Woody Guthrie participó en el asalto a una cárcel donde estaban custodiados un chico negro y su madre, a los que se acusaba -injustamente- de haber disparado contra el sheriff del pueblo. Poco después, el chico y la madre aparecieron colgando de un puente. Woody Guthrie, pasados muchos años, escribió una canción sobre aquellos extraños frutos que colgaban de un puente.

Lo que vivió Isabel Pantoja a la salida de los juzgados de Marbella no fue un linchamiento, pero podría haberlo sido si no llega a ser por la actuación de la Policía. A mí no me cae nada bien Isabel Pantoja, y estoy convencido de que es el símbolo de los peores tópicos que asocian lo andaluz con todo lo cateto y lo inculto, pero lo que le hicieron el otro día en Marbella fue una muestra de la barbarie más vergonzosa que he visto en mucho tiempo. Y para empeorar las cosas, en medio del desbarajuste de insultos y agarrones y tirones de pelo, había una señora que le gritaba "¡guapa, guapa!", como si pudiera ser guapa una mujer a la que acababan de condenar por haber blanqueado dinero público.

En estos tiempos de desmoralización y de abusos, hay mucha gente que reclama la aplicación de una expeditiva justicia popular, porque las leyes son demasiado blandas para frenar los crímenes y los delitos. Pero el otro día, por suerte, pudimos ver cómo era el pueblo cuando ejerce su expeditiva justicia popular: nada más que una marabunta de gente cobarde y estúpida que grita y que hace daño sin saber siquiera por qué. Era lo mismo que hacían con los negros en el sur, lo mismo que hacían los franquistas con los "rojos" recién capturados, o lo mismo que hacían los milicianos anarquistas cuando exhibían a unos curas que iban a fusilar por "fascistas". Y lo único que nos separa de aquellos hechos vergonzosos es que todavía tenemos unos empleados públicos -policías y funcionarios- que están dispuestos a hacer cumplir la ley. Y que nadie lo olvide: lo único que nos separa de los extraños frutos son las leyes, las frágiles leyes, las leyes que casi todo el mundo desprecia, empezando por la propia Isabel Pantoja. Las leyes. Sólo eso.

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