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Tribuna Económica

gumersindo / ruiz

Falsas ideas sobre la productividad

COMO ocurre con tantos conceptos, o se vuelven irrelevantes, o se utilizan para enmascarar ideas. Hace unos días desde el Ministerio de Trabajo se intentaba argumentar que la limitación de salarios y de la capacidad de negociación de los trabajadores producía ventajas de productividad y competitivas. Afortunadamente, se trata de un informe anónimo, generado para la propaganda, lo que evita tener siquiera que discutirlo. Reformas laborales, formación inadecuada, y salarios juegan desde luego un papel en relación al paro, pero su impacto se ha exagerado como excusa para no abordar la difícil tarea de aumentar la inversión innovadora, donde están los cimientos de la productividad.

Un libro de lectura obligada es el de Mariana Mazzucato, de la Universidad de Sussex: El estado empresarial: los mitos del sector privado frente al sector público, que explica cómo los principales desarrollos biológicos, médicos, farmacéuticos, y de la tecnología de la información y comunicaciones han tenido su origen en el impulso y la financiación pública. Recuerdo haber utilizado en 1973 en la Universidad de California el Arpanet, que era una conexión entre la Universidad e instalaciones del Gobierno a través de una línea. Después, el profesor Rogelio Velasco, colaborador en estas páginas, utilizaba una versión primitiva de internet vinculada al ejército, para enviarme trabajos de investigación.

Sin embargo, el Estado solo no es una garantía para la innovación y la productividad, como ocurrió en la Rusia soviética, muy avanzada en cuestiones espaciales pero sin interés ni visión sobre la informática y las comunicaciones. Fueron inventores ingeniosos de países democráticos los que vieron la oportunidad de utilizar líneas telefónicas ordinarias para llevar a la gente y a las empresas lo que había sido desarrollado en el ámbito militar. Del trabajo de la profesora Mazzucato puede sacarse que los programas públicos tienen éxito cuando coinciden la universidad, la industria, laboratorios y empresarios individuales, para crear una dinámica de inversión e innovación.

Volviendo a nuestra economía, ni la reforma laboral, ni el turismo, ni las exportaciones, van a reducir el paro y la deuda. La deuda tiene sentido para gastarla en investigación e inversiones innovadoras, que creen empleos productivos, bien remunerados, dentro de un crecimiento sostenible; no lo tiene para seguir pagando el desempleo. El excedente anual de nuestro comercio exterior de 4.100 millones de euros sirve de poco si no se dedica a inversión; igual que con el excedente que generen las empresas por ahorros laborales. En España crecimos dos puntos porcentuales por encima de la Unión Europea, con la mitad de la deuda pública, creando casi seis millones de empleos, y las estructuras para atender más turistas que toda la población española; pero se hizo invirtiendo en una burbuja inmobiliaria, sin innovación ni ganancias de productividad. La cuestión hoy está en mejorar la inversión que se requiere para generar un incremento unitario de producción, esto es, la eficiencia de la inversión. Esto sí que es realmente una reforma, un reto, una tarea de gobierno.

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