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SUCEDIÓ en el último programa de RTVE responde. El Defensor del Espectador atendió una queja en la que el interlocutor sacaba los colores por un rótulo incorrecto que se coló una de las pruebas de exteriores de Masterchef junior, en el que señalaba que el Jardín Botánico de Madrid se encuentra a 'excasos' metros del Museo del Prado. Lo estremecedor del asunto es que el propio director del área de entretenimiento de la casa, Carlos Mochales, confesó que para que este error llegase a las pantallas tuvo que pasar hasta cuatro filtros, los de las cuatro personas implicadas en el proceso completo que acoge cualquier sobretítulo en este tipo de programas. Después se disculpó argumentando que, a fin de cuentas, sólo se trataba de un gazapo entre muchísimos rótulos que sí están escritos correctamente. Aunque en este caso una excepción, cualquier excepción, siempre supone una mancha que afea, y de qué manera, el conjunto.

Este tipo de erratas, mucho más frecuentes de las que podrían suponer quienes no estén al tanto de lo que se cuece en las televisiones, son la mar de eficaces para medir, a modo de termómetro, cuáles son los gazapos más habituales capaces de deslizarse en una serie de profesionales que, por lo general, cuentan con carreras superiores. Capítulo aparte merece el caso de Belén Esteban, cuya carta reciente, expuesta por los medios, muestra las terribles consecuencias de escribir como se habla. Sin signos de puntuación. Sin tildes. Sin tener ni idea de dónde colocar las haches. Haciendo completamente ininteligible el discurso.

En estos casos, el mal de muchos no debería ser consuelo de tontos. La exhibición de la ignorancia, desde el gazapo más nimio en un rótulo hasta la comentadísima misiva de la Esteban en Gran Hermano VIP, provocan el sonrojo. Y la vergüenza ajena.

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