DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Fanáticos y sinvergüenzas

No hay fanáticos que no sean marionetas de un sinvergüenza. Lo que, por supuesto, no les disculpa

Hay que ser miserable, muy miserable, para que Gabriel Rufián te llame miserable siendo independentista. Lo ha hecho, es cierto, en el contexto cainita de la aversión entre ERC y Junts. Pero los hechos que ha calificado de miserables habían sido tan asquerosa, despiadada y fanáticamente miserables que tengo la sensación de que, además del odio entre hermanos independentistas, se sintió tan ofendido y asqueado como la inmensa mayoría de los españoles -incluidos quienes quieren dejar de serlo, pero no son canallas- por la actitud de un centenar de independentistas y de Laura Borràs, la destituida presidenta del Parlament encausada por corrupción, durante el acto en recuerdo de las víctimas del atentado islamista del 17 de agosto de 2017.

Estos miserables, sin respeto hacia las víctimas y sus familias -entre ellas, la australiana Jumarie Querimit Cadman abrazada a una foto de su hijo de siete años asesinado en aquel atentado que a ella le dejó secuelas físicas-, corearon infamias conspiranoicas acusando al Estado español de haber intervenido en el atentado, llamando "hijos de puta" a las autoridades y fuerzas de orden público y "asesinos" a los guardias civiles, coreando "17-A, atentado español", "vosotros, fascistas, sois los terroristas" o "España es un Estado asesino". Y aplaudiendo a Laura Borràs, que fue a solidarizarse con ellos. Tras el acto algunos llegaron a encararse con familiares de las víctimas.

El tranquilizador mensaje de que se trataba de una minoría irrelevante finge ignorar que tras este centenar de boicoteadores y de la señora Borràs hay un movimiento conspiranoico al que Junts no es ajeno. Es cierto que, dada la repulsa unánime, el partido se vio forzado a comunicar "nuestro más enérgico rechazo a la interrupción del minuto de silencio de hoy en la Rambla". Pero también lo es que Puigdemont suscribió las tesis conspiranoicas tuiteando: "No es justo ni es humano negar a las víctimas el derecho a saber. Y es la mejor manera de aclarar dudas y responsabilidades". Como si la investigación que duró tres años, el largo y complejo juicio y la sentencia no existieran. Es lo que tiene el fanatismo agravado por la calculada sinvergonzonería de quienes lo manipulan: la historia demuestra que no hay fanáticos que no sean marionetas de un sinvergüenza. Lo que, por supuesto, no les disculpa: agrava su culpa con la imbecilidad.

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