Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Fanáticos

UN pistolero, solo o en compañía de algún otro, ha matado a seis personas en Arizona, Estados Unidos. Sus 15 o 20 disparos produjeron varios heridos, entre ellos al objetivo del ataque, la congresista demócrata Gabrielle Giffords, opuesta a la ley antiinmigración que considera delito la estancia ilegal en el Estado y faculta a la Policía a exigir los papeles de residencia a cualquier ciudadano. Esta norma restrictiva trata de frenar la masiva llegada de inmigrantes irregulares al país, y ha sido objeto de una enorme controversia entre progresistas y conservadores en Norteamérica. Así que las primeras sospechas se han centrado en la idea de un atentado político a cargo de un radical de extrema derecha. Pero la congresista también ha sido muy activa en la lucha contra los cárteles de la droga y el blanqueo de dinero. Si fuese una venganza de narcotraficantes, el móvil de los asesinos sería muy distinto.

Es difícil hacer conjeturas sobre los autores. Pero en estas ocasiones el frentismo condiciona los comentarios de las ediciones digitales de nuestros periódicos. Ayer, sin ir más lejos, en la página web de este diario se hablaba de la extrema derecha y hasta de la Guerra Civil española, que no nos resistimos a cerrar. Hay precedentes propios: hace 33 años, un comando de extrema derecha perpetró una matanza similar contra un grupo de abogados laboralistas de Comisiones Obreras en la calle de Atocha de Madrid. Murieron cuatro abogados y un administrativo del despacho y resultaron heridos otros cuatro abogados. Pero lo cierto es que la autoría de estos crímenes no tiene un patrón fijo de ideología o religión; su característica común es el fanatismo de los asesinos.

Fanáticos islamistas eran los autores del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, y de la matanza de Madrid del 11 de marzo de 2004. Pero no sólo hacen estas cosas fundamentalistas musulmanes; el asesino de Rabin en 1995 fue un ultra religioso sionista, indignado con el proceso de paz iniciado por el primer ministro israelí. Un fanático integrista indio asesinó a Gandhi en 1948 por su defensa de los musulmanes en la recién independizada India. En 1914, unos nacionalistas radicales mataron en Sarajevo al heredero del trono austríaco y a su esposa, y provocaron la primera guerra mundial. En 1865, un simpatizante de la causa confederada disparó al presidente Lincoln.

Es un despropósito revivir nuestra Guerra Civil a propósito de este tiroteo en Arizona, pero se puede sacar una moraleja nacional. Hay comportamientos de dirigentes políticos, religiosos o sociales que alientan el radicalismo e incluso el fanatismo. Y estos tiempos de crisis y depresión, por el contrario, reclaman líderes abiertos, tolerantes y cooperadores, que den ejemplo de sentido común.

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