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EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Felicidad estival

ESTÁBAMOS en un complejo residencial que se llamaba, digamos, Golf & Country Club, cerca de una autopista costera. Me lo habían recomendado en una agencia de viajes porque necesitábamos un sitio para hacer noche. Eran las cuatro y media de la tarde y llevábamos conduciendo desde las siete de la mañana. Entramos en el apartamento, soltamos las maletas y nos tumbamos en la cama. Todo parecía perfecto. No había muchos clientes en el Golf & Country Club. Desde la garita de entrada hasta nuestro apartamento, sólo vi un solitario cochecito de golf aparcado frente a un edificio vacío.

Mareado, me dejé caer sobre la cama. Cerré los ojos. Toda mi familia hizo lo mismo. Me pareció oír un pájaro que piaba en algún sitio, y luego el lejano rumor del viento de agosto entre los algarrobos y almendros. Sonreí y me quedé dormido.

Y en esto se desencadenó la tormenta al otro lado de la pared, justo a la altura de mi cabeza.

-¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

Era un taladro. O mejor dicho, un taladro percutor. No sé si los Black and Decker tienen calibres, como los revólveres, pero aquel taladro debía de ser el equivalente de un Magnum .44 y lo tenía clavado en la misma nuca. Es cierto que entre mi nuca y el taladro mediaba una pared, pero la resistencia de la pared no parecía muy sólida.

-¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

-Te he dicho que no cuelgues más cuadros! -aulló una voz de mujer.

-¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

-¡Pero qué bruto! ¡Deja ya el taladro! ¿No ves que el niño está a tu lado? -siguió chillando la mujer.

-¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

Cuando el ruido paró, oímos ruidos de pasos y golpes en el suelo.

-¡David, deja ya de subirte a la mesa!

-¡Que te jodan! -replicó la voz de un niño. Le calculé siete años. Quizá ocho.

La mujer pareció huir a la cocina.

-¿Por qué tuviste que comprar este apartamento? ¿Por qué? ¿Por qué? -sollozó.

-¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

-¡Que dejes ya el taladro, mala bestia! ¡No ves que puedes hacerle daño al niño! ¡Deja ya de colgar cuadros! Y dime, a ver, a ver, ¿por qué se te ocurrió comprar este apartamento? ¡Al menos podías habérmelo consultado! Pero tú nada, a comprar sin consultar con nadie…

-¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

-¡Te he dicho que dejes el taladro! ¿No ves que el niño está ahí?

-¡Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz!

Ya no recuerdo nada más. Sólo sé que, al abandonar aquel lugar, vimos un cartel: "Cuéntele a sus amigos cómo es el Golf & Country Club". Misión cumplida.

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