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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Félix de Cárdenas

Para él realismo era "el acto de mirar en el que media la emoción". Esa mirada vive para siempre en su obra

El tan sabio como divertido historiador del arte Julián Gállego -con quienes los becarios de la Academia de Bellas Artes tuvimos la suerte de compartir una semana de paseos por Roma- era maestro en un juego inventado por él: le decíamos el nombre de uno de nuestros pintores favoritos y era capaz de adivinar los demás. Le dije Philippe de Champaigne, cuyo ex voto de Port Royal me ha acompañado la mayor parte de mi vida en mi mesa de trabajo (lo veo ahora, mientras escribo) y el bueno de Gállego largó del tirón una decena de nombres, desde Miguel Ángel hasta Kandinski pasando por Vermeer, Chardin o Zurbarán.

Como homenaje al grandísimo pintor y extraordinario grabador Félix de Cárdenas, de cuyo fallecimiento tuvimos noticia ayer, les propongo dar la vuelta al juego de Gállego para hacer su retrato con un collage formado por sus pintores favoritos: Matisse, Cézanne, Morandi, Hopper, Tapies, Picasso, Rembrandt… Y Velázquez. Su retrato de Inocencio X es la obra que más le conmovió. "Velázquez -dijo al compañero Paco Correal- es un marciano, no parece humano. Es el mejor pintor de la historia. Pinta el aire, y eso es imposible". Los nombres de estos pintores convocan una concepción del arte, y unos valores y actitudes -sobriedad, hondura, laboriosa búsqueda de la siempre difícil sencillez, gusto por el trabajo despacioso, lobuna independencia, recreo en el oficio, amor por la materia pintada y gusto por el tacto, las texturas y la preparación de los materiales que hacen posible pintarla- claves para aproximarse a una obra que, habiendo obtenido el justo y merecido reconocimiento en vida de su autor, no dejará de crecer con el paso del tiempo por su fina, inteligente y rigurosa delicadeza.

Apenas nos saludamos un par de veces. No voy a hacer aquí de Zorrilla en el entierro de Larra. Pero sí fue gran amigo suyo -desde los tiempos del instituto San Isidoro y los calabozos de la Gavidia- un gran amigo mío. Siendo él más fino apreciador del arte que yo, su admiración hacia la obra de Félix guió la mía. Como homenaje póstumo debería reeditarse el catálogo de la exposición antológica Travesías (Caja de Ahorros, 2005), editado por Paco del Río y agotado hace tiempo. En aquella ocasión Félix definió su amplio concepto del realismo como "el acto de mirar en el que media la emoción". Esa mirada y esa emoción viven para siempre en ese alma objetivada, visible, material, de los artistas que es su obra.

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