La lluvia en Sevilla

La Feria, mundo aparte

La Feria, situada extramuros, es mundo aparte, y en ello residen muchas de sus bondades

En este año sin Feria de Abril -y esperemos que sin propuestas públicas riesgosas ni iniciativas privadas de montarse una casetilla empetada en el salón de casa- llevo con éste dos artículos sobre el tema. Y no son por inquina hacia el alcalde, ni seré yo quien politice este asunto; me interesa la razón común, la sostenga Agamenón, su porquero, o ninguno de ellos. En los últimos días, en varios artículos de mis colegas de página acerca de "actividades previstas por el Ayuntamiento en sustitución de la Feria de Abril" (vulgo, la "No Feria"), ha sobrevolado la idea ensoñada de trasladar la Feria al centro de la ciudad. ¡No! ¡Vade retro! Tengo motivos de porcelana para defender el actual emplazamiento del real, o en recintos similares. La Feria en su solar de Los Remedios está estupenda para los tres estamentos de Sevilla en abril, que son, a saber: uno, quienes la viven a tope; dos, quienes van un día y hasta ligan; tres, quienes no solemos pisar albero, a pesar de nuestra gracia y desparpajo.

Durante los días de Feria, el ritmo de la ciudad gira, y eso se respira en el ambiente. De pronto, el centro se convierte en periferia, en ciudad dormitorio, en camino hacia alguna parte. Una actividad frenética y radicalmente distinta a lo cotidiano se alza, con su polvarín de fragor a lo lejos, más allá de los puentes. Oteado en lontananza, el real, con su portada y sus toldos, es una puritita ciudad de campaña, como la que instalaron los Reyes Católicos a las puertas de la Granada mora. Mientras sucede la Feria, pareciera que el centro descansa, se echa un rato, da un suspiro, se alivia. Una Feria en el centro lo trocaría todo en estrépito dentro, haría la vida imposible a quien quiere o necesita proseguir con sus asuntos, y los más cafres -los que aguan todas las fiestas, ya los conocen- harían peligrar el mobiliario: los que se pasan de la raya están mejor agarrados a un poste del real que a una farola fernandina.

Pero hay un motivo que atañe a la física cuántica, incluso a la psicodelia, hermosísimo, para dejar la feria donde está. Gracias a Einstein, sabemos que el espacio-tiempo es una birria moldeable. La idea de multiverso, además, nos sitúa en la hipótesis de que hay múltiples universos dentro del nuestro propio. Son losllamados "universos alternativos", "mundos paralelos", "dimensiones interpenetrantes" o "líneas de tiempo alternativas". La Feria de Abril, como y donde está, es un auténtico mundo paralelo, una dimensión distinta en la que se entra al cruzar la portada. Allí todo es distinto, los colores, los ruidos, la forma de estar y comportarse. También el tiempo y el espacio se distorsionan. Las puertas de la percepción -ay, Huxley- se te pueden abrir de par en par en la Calle del Infierno. La Feria extramuros es un mundo tan propio como aparte, y en ello residen no pocas de sus bondades.

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