La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Ferias sobre el abismo

Como en las del 98, el 31, el 36, el 40 o el 45: a bailar una vez más sobre el abismo. Ni es la primera ni será la última

La Feria de 1898 no fue menos alegre porque las guerras de Cuba y Filipinas hubieran entrado en su fase final y estuviera claro que estábamos perdiendo los últimos restos de nuestro imperio. Aun sabiendo lo mal que estaban las cosas, ningún alegre feriante imaginaba lo que 98 llegaría a significar en la historia de España. Tampoco podían imaginar los felices sevillanos de la Feria de 1914, más contentos que nunca porque fue la primera que se amplió de tres a cinco días, lo que al mundo se le venía encima: dos meses después era asesinado el archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo y tres meses después estallaba la Primera Guerra Mundial.

Tres días antes de la celebración de la feria de 1931 se proclamó la Segunda República. Los desórdenes públicos fueron tan graves, con la declaración del estado de guerra el día 16, que se pensó suspender la celebración de la Feria. Finalmente se aplazó, celebrándose del 22 al 26 de abril. ¿Problema? Ninguno. Sólo que hubo que buscar deprisa y corriendo un montón de banderas tricolores. La brillante Feria de Abril de 1936 fue visitada por el presidente interino de la República, Diego Martínez Barrios, el presidente de la Generalitat, Luis Companys, y el ministro de Comunicaciones, Manuel Blasco Garzón, siendo obsequiados en la caseta de Unión Republicana. Dos meses después… Ya saben… Cuando se reanudó la Feria en Abril de 1940 el mundo ardía y Hitler parecía invencible. Nunca se celebró la Feria tan cerca del infierno como entre 1940 y 1945.

Hubo muchas ferias en las que se bailó sobre el abismo, en las que la alegre ciudad de lona parecía no ser consciente de las tragedias que se vivían más allá de ella; o que lo sabía y quería olvidarlo. Lo pensaba al leer ayer las noticias sobre la crisis de Siria: 24 horas antes del alumbrado se produjo el ataque franco-anglo-estadounidense en respuesta al uso de armas químicas. El mundo es ahora un polvorín, terminaba ayer nuestro editorial. Que en cualquier momento puede explotar. Incluso cuya mecha puede estar ya prendida. Y no sólo en Siria: desde China o Corea del Norte hasta Rusia y una Europa desbordada por la inmigración, asediada por el terrorismo islamista (nosotros, ayer: "Vigilancia antiterrorista en el real"), en ascenso los populismos radicales y en crisis las democracias liberales. A bailar una vez más sobre el abismo. Ni es la primera ni será la última.

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