Ocurre en el panorama futbolístico lo mismo que pasa en todo el país. En realidad, el fútbol es un reflejo de la sociedad que vivimos y no me refiero a lo que sucede en los dos tercios de hectárea que comprende un terreno de juego, sino a lo que se vive en los despachos. Aquí un impresentable inquilino de la Moncloa reabrió las heridas que parecían cerradas con la Constitución del 78 y en el fútbol se ha producido un efecto mimético.

Aquellas dos Españas que propiciaba que se le helara el corazón a todo españolito que viniese al mundo por obra y desgracia de una de las dos, ahora se está sufriendo de manera palmaria y el fútbol no podía quedar al margen. LaLiga y la Federación van cada una a su bola, pero no conformándose con ello, sino que ninguna tiene el menor reparo en ponerle palos a las ruedas de la contraria. Y lo peor es que no se ve ni por asomo que vaya a enterrarse el hacha de guerra.

En los últimos días ha surgido un rumor que tiene aspecto de ser antesala de la noticia. Es la posibilidad de que Íker Casillas opte por desbancar a Luis Rubiales. Noticia de considerable calado a la que rápidamente le han surgido filias y fobias. Las primeras, bajo el aliento de un Javier Tebas que no desaprovecha ocasión alguna de meter el dedo en el ojo de Rubiales, un tipo que no tiene un pase respecto a que alguien pueda hacer peligrar su confortabilísimo modus vivendi del momento.

Y entre los contrarios ya ha surgido el Barça, que ve en Íker la presencia del Real Madrid en el trono de Las Rozas. Ni siquiera aquella actitud conciliadora llamando a Xavi para quitarle hierro al Clásico la tiene en cuenta el club catalán. Y eso que tal contacto significó el fin de la carrera madridista del más laureado guardameta del fútbol español. Está claro que este hermoso país nuestro está condenado a una gresca continua. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios...