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DERBI Joaquín lo apuesta todo al verde en el derbi

Las dos orillas

José Joaquín León

Final de Copa en Sevilla

MENOS mal que esta vez hubo cordura. Barcelona y Real Madrid, a través de sus presidentes, Sandro Rosell y Florentino Pérez, acordaron que la final de la Copa del Rey se dispute en el estadio valenciano de Mestalla. Sevilla no se quedó con las ganas, sino que ha sentido alivio. Valencia era el escenario más natural, por la equidistancia. Pero el principal problema es que este partido del siglo se disputará en la noche del 20 de abril, que es Miércoles Santo. Presentar la candidatura del Estadio de la Cartuja para este partido no sólo ha sido un error, sino un horror.

Yo entiendo que en estos momentos no saben qué hacer, qué organizar en el Estadio de la Cartuja. No tenemos una beatificación todos los meses, ni un concierto megataquillero como el de U2. Está falto de actividades que justifiquen su uso, pues no hay fútbol todas las semanas, como en los estadios comunales italianos; ni siquiera un domingo sí y otro no, como hubiera pasado en caso de mudanza desde Heliópolis o desde Nervión. Pero eso no justifica que se apunten a un bombardeo. No sé a quién se le ocurrió presentar la candidatura para que Sevilla acogiera un Barça-Madrid en la noche del Miércoles Santo. Pero es tremendo que unas personas con esa mentalidad ostenten cargos públicos. Y tampoco es comprensible que el alcalde Monteseirín dijera que la ciudad estaba preparada para eso.

Un Miércoles Santo por la noche… Cuando el Cristo de San Bernardo va buscando las estrellas del puente de vuelta, o la Piedad del Baratillo sale de la Catedral para reflejar la sombra de un Cristo tronchado en los muros del Alcázar. Pongo por caso. Y no entro en detalles cuando el paso del airoso olivo del Prendimiento panadero transita por la plaza del Salvador, abarrotada hasta no caber un alfiler, y desde La Alicantina alguien grita: "¡Gooooool!"

Vamos a suponer que, además de lo que ya tenemos, han venido 25.000 aficionados barcelonistas y otros 25.000 madridistas, que se llevan estupendamente entre ellos, como se sabe, y llegan de vuelta a la ciudad, unos contentos y otros cabreados, y resulta que tienen un hotel que han pagado a precio de temporada altísima, porque es víspera de Jueves Santo, y se encuentran una bulla de las de aquí no te menees en la explanada de la calle Adriano, o donde sea... Nadie conoce a nadie. Puede que no pasara nada, o que pasara de todo.

En cualquier caso, provocar una situación de altísimo riesgo, sin necesidad, hubiera sido una irresponsabilidad. Sorprende que haya dirigentes capaces de intentar algo tan disparatado. A no ser que fuera un paripé para decir que Sevilla aspira a organizar todo tipo de eventos, aun sabiendo que no tenían nada que hacer.

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