La ciudad y los días

Carlos Colón

Financiaciones y anchoas

DEL lado del PSOE se escribía ayer: "Un reparto más justo… A diferencia de los anteriores sistemas éste garantizará con criterios objetivos la solidaridad, entendida como la igualdad en el acceso a los servicios fundamentales..." (El País); "Un buen acuerdo al fin… Los resultados de este cambio en la financiación autonómica han de permitir una distribución de los recursos más justa..." (Público). Del lado del PP se escribía: "Financiación con trampa… Políticamente, el objetivo de Zapatero es amarrar el apoyo de los partidos catalanes y pacificar la situación del PSC con ERC… Zapatero se garantiza votos y cierta estabilidad a cambio de 3.855 millones adicionales para Cataluña" (Abc); "Ese abrir la caja del Estado ha provocado recelos y desconfianzas entre las distintas comunidades… Aportará más fondos a las comunidades autónomas, pero debilitará la caja del Estado y puede provocar su endeudamiento… (La Razón). De la parte catalana se celebraba la victoria con titulares parecidos: "El Govern da el sí a la financiación" (La Vanguardia) o "Catalunya dice sí" (El Periódico); y con tratamientos de la información que daban la razón a Puigcercós ("Hemos plantado cara al Estado y hemos ganado"), confirmando que a España la gobierna Cataluña: "El Govern puede decir que ha cambiado algunas cosas sustanciales del sistema de financiación español" (La Vanguardia).

Está claro que, más allá de la evaluación objetiva del nuevo sistema de financiación, las posiciones de la prensa nacional (y no digamos de la catalana) son abiertamente partidistas. En esto es el fiel reflejo de una clase política y una sociedad igualmente partidistas. No se olvide que este es el país de la anchoa de Rita Barberá, ejemplo extremo del partidismo hispánico que ha convertido la política democrática en una prolongación de la España castiza que estudió Américo Castro: lo importante no es lo que haga o se diga, sino la casta -cristianos viejos o nuevos- a la que se pertenezca. Sustitúyase casta por partido y se observarán las semejanzas. Como bien escribía Fernando Savater en un artículo no casualmente titulado Los herejes imprescindibles: "Los míos son los míos, con razón o sin ella. Se elige un campo y se adopta una ceguera voluntaria contra cuanto puede cuestionar su excelencia, por verosímil que resulte. O somos o no somos: y claro, somos... ay. Al votante indeciso se le ofrece ante todo la certidumbre de la maldad del adversario y se le insta a que no suscite peligrosas dudas sobre la línea seguida por los buenos: eso es hacer el juego al enemigo" (El País 9-7-09). Así estamos. Así nos va.

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