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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Ford, Pepote y el 'gorrión' Guerra

En Sevilla Ford fue también un símbolo de la transición del socialismo marxista a la socialdemocracia

Para celebrar en sevillano el 125 aniversario de John Ford quiero recordarles los cines en los que nuestros abuelos y padres (y algunos de nosotros, ¡ay!) vieron (vimos) por primera vez sus obras maestras. El más fordiano es el Palacio Central que estrenó Qué verde era mi valle, en diciembre de 1944; La diligencia, en diciembre del 45; Río Grande, en enero de 54 ,o Centauros del desierto, en noviembre del 61. Le siguen el Florida y el Pathé que en marzo de 1949 estrenaron Fort apache simultáneamente -formula poco habitual entonces- anunciándola como La obra maestra del maestro de maestros del 7º arte. Por separado el Florida estrenó Pasión de los fuertes, en marzo del 48, y el Pathé La legión invencible, en diciembre del 54. El Llorens estrenó El hombre que mató a Liberty Valance, en enero de 1963 y El gran combate, su último western, en febrero del 66. El vecino Imperial estrenó en mayo del 69 Siete mujeres, su siguiente y última película.

En Sevilla Ford fue también un símbolo de la transición socialista a la socialdemocracia. Demonizado como reaccionario por la progresía, fueron algunos jóvenes de la generación de Suresnes y el XXVIII Congreso sus primeros defensores en la izquierda. Entre los más fervorosos, Pepote Rodríguez de la Borbolla cuyo director, película y escena favoritos son Ford, Centauros del desierto y el momento en que John Wayne alza a Natalie Wood lleno de odio racista, parece que va a despeñarla y finalmente la abraza.

En aquellos tiempos la progresía cinéfila vivía el enfrentamiento entre el bando europeo (mayoritario) y el americano (minoritario). Si Pepote era de Ford, Guerra, su íntimo enemigo, militaba en el europeo. Aunque después las posiciones fueron aproximándose (sólo en el cine) y cuando Guerra participó en una votación con motivo del centenario de John Wayne escogió El hombre tranquilo como su mejor trabajo.

Quizás la cosa fuera de lucha de clases en versión cinéfila. El nieto del ministro e hijo del diputado y el hijo de obrero que se aficionó al cine como gorrión. Así bautizó Galerín, en un artículo publicado en El Liberal el 29 de junio de 1921, a los chavales que veían gratis las películas de los cines de verano subidos en los árboles. Éste fue el caso de Guerra: "No tenía dinero para pagarme la entrada todos los días, así que trepaba a los árboles y veía las películas desde allí. "Vamos a ver el cine por de fuera", decíamos los niños".

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