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Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

Fracaso

NOS llevamos años despotricando contra el bipartidismo y achacándole todos los males de nuestra democracia, incluida la corrupción convertida ya en una parte del sistema y de la que cada día sale a la luz un nuevo escándalo que deja chico al anterior. Ayer, sin ir más lejos, se detenía en Granada a un alcalde que era uno de los principales baluartes del poder municipal del PP. ¿Qué será lo siguiente? Convencidos de que acabando con el sistema de los dos grandes partidos íbamos a regenerar la vida pública y a reinventar la democracia surgida de la Transición dimos carta de naturaleza a dos nuevas formaciones que traían aire y caras renovadas pero las mismas ideas de siempre. Ciudadanos era una derecha puesta al día, que en Cataluña había sabido jugar la carta española que el PP, en una de sus muchas torpezas, fue incapaz de apropiarse. Podemos era una organización leninista pasada por el tamiz de un populismo a la bolivariana que pescaba en el río revuelto de las decenas de miles de españoles que había sido golpeados por la crisis. No había mucho nuevo bajo el sol, pero los envoltorios eran atractivos y los electores se dedicaron a castigar a los tradicionales y a aupar a los nuevos.

El resultado de las elecciones del pasado 20 de diciembre -va ya para medio año- dejó el mapa de sobra conocido y con el que ni los nuevos ni los viejos han sabido encontrar la fórmula para reflejar en un Gobierno estable la voluntad libremente expresada por los ciudadanos. Ha sido un fracaso sin paliativos de los unos y de los otros. La ruptura del bipartidismo no ha traído, por ahora, otra cosa que una situación de ingobernabilidad que nos llevará a repetir las elecciones y a perder un año en una situación extraordinariamente grave desde el punto de vista económico y social. Lo vamos a pagar en empleo y en expectativas de recuperación. Las causas que han llevado a este fracaso no son muy complicadas de determinar: se han antepuesto las estrategias personales y de partido a los intereses del país. Esto ha sido tan evidente que da casi sonrojo. Tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez y Pablo Iglesia han negociado o dejado de negociar con la vista puesta en los sillones que pretendían ocupar. Albert Rivera se ha salvado de esta situación por la única y sencilla razón de que su resultado electoral lo convertía en un socio apetecible pero irrelevante para constituir una mayoría. La conclusión es tan clara como descorazonadora: hemos roto un modelo y no hemos sabido construir otro. Nos hemos quedado colgados de la brocha.

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