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alto y claro

José Antonio Carrizosa

Fracasos

UNA sociedad con un 35% de paro, con decenas de miles de hogares en los que se vive de la caridad o de rentas de supervivencia y en la que los desahucios están a la orden del día es una sociedad fracasada. La andaluza -la española en su conjunto, pero aquí con perfiles muchos más dramáticos- lo es ahora mismo. El foso social entre los que tienen mucho y los que empiezan a no tener casi nada se va agrandando y las clases medidas están sufriendo un castigo insoportable en pérdida de empleo y en peores condiciones salariales para los que tienen la suerte de poderse agarrar a su puesto de trabajo. Cierto que los márgenes de maniobra de una administración como la Junta para hacer frente a este cataclismo social son estrechos y lo acaba de demostrar en los decepcionantes Presupuestos que ha presentado esta semana. Pero alguna responsabilidad tendrá cuando en la encuesta de población activa tres de cada cuatro parados son andaluces.

Un Gobierno central que asiste impotente a cómo se está desmoronando la sociedad a la que representa y en la que debe volcar todos sus esfuerzos es un Gobierno fracasado, aunque sus márgenes también sean escasos y la mayor parte de las grandes decisiones que le afectan se tomen más en Berlín que en Madrid. Plasmación de ese fracaso es una frívola ministra de Empleo contentísima porque se ven indicios de recuperación cuando le acaban de caer encima casi seis millones de parados y tiene en el horizonte de días la segunda huelga general en menos de un año.

Una ciudad, como Sevilla, que roza los cien mil desempleados, que tiene su escaso tejido empresarial devastado, en el que parece imposible que administraciones de diferente signo se sienten para desatascar proyectos esenciales, es una ciudad que fracasa. Desde el Metro al CaixaFórum, pasando por el Decathlon de la Cartuja, las escaramuzas políticas se imponen a las necesidades de una ciudad que, mientras tanto, se pasa días centrada en las peleas y odios africanos de su Consejo de Cofradías. Sevilla anda sin brújula, sin nadie, y eso señala sobre todo a sus autoridades municipales, que le indique dónde está el norte.

Pero, posiblemente, el mayor fracaso de todos ellos sea el de la propia ciudadanía, que cede días tras días las conquistas y los derechos que nos transformaron en una sociedad dinámica en la que merecía la pena vivir. España, a partir de los últimos años del franquismo, se unió al progreso europeo y creó una potente clase media que la catapultó al progreso. Con sus retrocesos y momentos de esplendor, ese modelo ha venido funcionando hasta esta crisis, que nos vino de fuera pero que nosotros por torpeza y ambición ayudamos a engrandecer. El modelo funcionó porque la sociedad era capaz de dar trabajo y de proporcionar servicios básicos, como la educación y la sanidad, de alta calidad. Ahora todo eso se ha roto y reconstruirlo, cuando este desastre quede atrás, va a ser una labor de titanes y de décadas.

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