TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

SI un país llega a tener en paro a más de un veinte por ciento de su población es que un modelo de sociedad ha fracasado de forma estrepitosa. Una catástrofe social de esta magnitud no ocurre porque se hayan confabulado unos cuantos factores adversos. No. Ocurre porque todos hemos participado de un modo u otro en una gigantesca falsificación colectiva. Y mientras les hacíamos creer a los demás -y también a nosotros mismos- que vivíamos en una sociedad dinámica y moderna y eficiente, en realidad vivíamos en una sociedad anclada en los peores vicios del pasado. Y todo el mundo ha tomado parte en este fraude. Todo el mundo, repito. Repasemos algunos ejemplos clamorosos.

Los clubes de fútbol que deben cantidades astronómicas a Hacienda y a la Seguridad Social, sin que ningún responsable público haya manifestado interés en cobrar esas deudas, cuando cualquier trabajador autónomo que se olvide de pagar cien euros recibe de inmediato la visita de un equipo de inspectores tributarios. Las universidades en las que se pone en práctica el mismo sistema de selección del profesorado que imperaba en el siglo XVIII. El estrepitoso fracaso escolar que no ha merecido un solo artículo crítico por parte de los intelectuales que se desgañitan defendiendo al juez Garzón. Los seis millones de telespectadores que contemplan embelesados a un maestro de escuela del Siglo de Oro haciendo kung fu. Los temarios de ESO en los que la historia de España ocupa un único tema, mientras que la historia de Andalucía o de Cataluña -que no pueden entenderse sin conocer la historia de España- ocupan cinco o seis temas completos, sin que hasta ahora haya habido protestas por parte de académicos ni catedráticos ni rectores de universidad. Los miles de trabajadores que sufren una repentina epidemia de gripe cuando llegan los carnavales o el Rocío o los sanfermines. Los médicos que firman esas bajas. Los cursos de formación de empleo para parados a los que no asiste nadie, aunque se cobren como si hubiesen registrado una asistencia apabullante. Los empresarios y los banqueros que se benefician alegremente del dinero público, tanto para financiar sus formidables salarios como para tapar los colosales agujeros negros provocados por su incompetencia. Los pilotos de Iberia que montan una huelga que está perjudicando a miles de empleados del sector turístico, y sólo porque su empresa pretende montar una línea comercial low cost. Los responsables públicos que te dicen en privado justo lo contrario de lo que luego dicen en público, reproduciendo la misma hipocresía que imperaba en los peores tiempos del franquismo. Hay miles de ejemplos más de este gigantesco fraude colectivo. Usted mismo podrá ponerlos.

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