TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Crónica Levantisca

juan Manuel / marqués Perales

Fuego amigo

LA corrupción sube y baja con el ondular de los ciclos económicos. La única ventaja que tendrá la presidenta de la Junta, Susana Díaz, sobre sus predecesores es que no queda parné ni para mangar. Si en los años noventa los fondos europeos de las infraestructuras llenaron los maletines con las comisiones, el urbanismo expansivo reventó después los bolsillos de los concejales y las cuentas de resultados de las constructoras hoy quebradas. Políticas muy locales que sirvieron en Europa para paliar situaciones concretas de desempleo, se magnificaron en Andalucía con torrentes de euros. Aún más fácil que construir, era montar una empresa de cursos de formación, y lo mismo daba si versaban sobre sastrería cofrade o cantería románica. Un consejero retirado me dijo una vez, al preguntarle por las querencias de los sindicatos y la patronal con la Junta: ¿Dinero? "Sí, dinero y una pajita todos los días", me contestó, y disculpen por el tallo de la gramínea pero no se puede desperdiciar este simbólico símil por temor a la beatería en el lenguaje.

Que sí, dinero, que hasta un magnífico ex rector, que hoy lo es, aunque esa vez mandaba en otra universidad pública andaluza, se inventó un grado de piloto de avión porque le gustaba mucho volar. Su universidad se estrelló.

UGT se gastó 12.000 euros en una convidá en la Feria de Sevilla, y ahora ha tenido que devolver a la Junta el coste de la factura y otros tantos miles porque facturó sus gastos con cargos a los dineros de la formación. Susana Díaz, que ha llegado en los tiempos de las famélicas vacas, anunció ayer en el Parlamento que le reclamará al sindicato hermano hasta el último euro de estas alegres facturaciones. Al marcharse José Antonio Griñán se inmoló en un cortafuegos, y Susana Díaz no va a volver a pisar el círculo vicioso.

Ahora bien, en esta suerte de revolución cultural, que se rebautizó aquí bajo la doctrina del caiga quien caiga, van a caer inocentes, bastantes personas honestas que no se salvarán de la quema pública. Una imputación no es hoy una garantía procesal, es una estrella amarilla en la solapa. Robespierre marida con Torquemada, los juicios son prejuicios, el Código Penal lo dicta la opinión pública, las juezas visten de rojo y la Guardia Civil no firma atestados, sino dictámenes de catedráticos de Derecho Administrativo. Son las víctimas colaterales. Los caídos por el fuego amigo a quienes nadie les colocará nunca un presunto delante del calificativo de corrupto.

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