Fuego en las calles

Es más fácil organizar los espectáculos urbanos de noche, ya sean festivos o delictivos

Todos los sucesos de días pasados en las calles de Barcelona pueden volver a repetirse allí o en otro lugar en cualquier momento. No se necesitan demasiados recursos humanos ni logísticos si los ejecutantes están entrenados y se comportan según un plan. En este sentido la realidad imita al arte. Basta recordar las últimas secuencias de la película Joker, que por cierto son de una dura lucidez en su propuesta y en su capacidad metafórica y de anticipación. Aún está en cartelera por si les interesa. Algún espectador del Festival de Venecia pudo pensar que era una interesante exageración poética. El jurado reconoció sus méritos artísticos premiando la película con el León de Oro.

Después de lo ocurrido la semana pasada en la Plaza Urquinaona y otras calles barcelonesas, lo que podemos decir es que la ficción puede quedarse corta. La propuesta de Todd Phillips, como director, la interpretación de Joaquin Phoenix y los escenarios concebidos por Laura Ballinger como directora artística, nos impactan aún más después de ver las imágenes transmitidas en directo en los telediarios. Ese mundo fragmentado y oscuro, gran collage de múltiples ciudades, en el que hay que recorrer enormes distancias en sucesivos medios de transporte para poder unir el lugar donde vivimos con el lugar donde trabajamos, forma parte del día a día de miles de ciudadanos. Y es real y a la vez ficción.

Dirán ustedes que mi condición de escenógrafo me hace exagerar un poco. Puede ser. Pero es más fácil organizar los espectáculos urbanos ya sean festivos, macabros o delictivos de noche que de día. Pronto estaremos en Halloween o la Noche de los Muertos en México, en dos culturas muy diferentes. En ambas fiestas el mundo es nocturno. En mil novecientos ochenta y uno, la compañía teatral Els Comediants escenificó su espectáculo Demonis, cuya sinopsis dice así: "Espectáculo pirotécnico de calle en el que unos demonios invaden una plaza, una calle o un barrio y, rodeados de pólvora, percusión y luces conquistan los edificios más emblemáticos del lugar para proclamar el reino del infierno".

El actor se erige en un maestro de ceremonias que, a través de la borrachera de fuego y la sensación de caos organizado, proclama la necesidad de convertir la calle en el espacio público de todo el mundo. Era un espectáculo de gran impacto y que resultaba de gran estímulo a las nuevas generaciones para entender el valor simbólico de las calles, plazas, espacios públicos edificios emblemáticos de una ciudad. En mayo de 1984 el espectáculo se presentó en Sevilla. Los demonios llegaron por el río, desembarcaron junto a la Torre del Oro, que ocuparon y recorrieron el camino por el Archivo de Indias, la Plaza del Triunfo hasta la Plaza de la Virgen de los Reyes para ocupar la Giralda. El resto es historia y está en las hemerotecas. Los escenarios están bien definidos. Las manifestaciones más regladas se celebran de día y las algaradas y desmanes de noche, a la luz de las hogueras. Parece que el guión está escrito.

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