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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Gana la 'botellona'

Si quiere el Ayuntamiento saber cómo debe ser un quiosco de parque que se fije en el Abilio

Los parques siempre han sido territorio propicio para las actividades juveniles: rabonas, fumeteos, arrumacos o deportes varios. Está bien que sea así. Para qué queremos tanto follaje si no es para que los puretas paseen y los cadetes desfoguen. Pero todo, como llevamos diciendo los adultos cenizos desde hace siglos, tiene un orden. Y en el caso de los parques municipales es la autoridad competente, es decir el Ayuntamiento, el obligado a garantizarlo. La decisión del gobierno de la ciudad de adelantar el cierre de los espacios verdes sevillanos para reducir las botellonas es toda una claudicación. No debe ser tan difícil impedir los bebercios colectivos con herramientas que están a disposición de cualquier municipio, como son la policía municipal y la legislación vigente. Pero Espadas y su equipo han preferido veranear tranquilos, sin muchas llamadas del jefe de los guindillas a horas incómodas. ¿O es que tienen la cabeza en otras cosas? ¿O es que el alcalde está pensando más en San Telmo que en la Plaza Nueva? ¿O es que los delegados están soñando con escalar en el escalafón municipal y otras ovejas eléctricas? Sea como fuere, los ciudadanos que ya no estamos en edad de tomar gin lemon a temperatura ambiente y en vaso de plástico (y créanme de verdad que lo lamento) nos tenemos que aguantar y apretar el paso para llegar a las 22:30 a la verja, si es que el funcionario de turno no la ha cerrado media hora antes, como ocurre no pocas veces.

Suelo decir a la que siempre va conmigo que el paseo nocturno por el Parque de María Luisa permite sentirnos, pese a criar arañas en los bolsillos, como Luis XIV y madame de Maintenon por Versalles. Es la grandeza de lo público, que debe ser protegida por las autoridades. Ha habido noches que hemos caminado majestuosamente por la avenida de las sóforas completamente solos, sintiendo el frescor y el aroma de uno de los jardines históricos con más personalidad de Europa sin que nadie nos moleste. Pero ahora habrá que hacerlo al trote, como ganado porcino, porque el Ayuntamiento es incapaz de controlar la botellona.

Pero ya puestos, los munícipes deberían meter en cintura también a los quioscos Alfonso, Bilindo y Líbano, que se han comprado unos bafles atómicos que convierten la Plaza de América y Las Delicias en una discoteca latina. Al menos, podrían tener la delicadeza de poner música de Francisco Guerrero, Cristóbal de Morales o Turina. Pero no, se empeñan en el perreo y el chundachunda, para disgusto de los flâneurs que intentamos admirar los frutos de los jaboneros de china. Si quiere el Ayuntamiento saber cómo debe ser un quiosco de parque, que se fije en el Abilio: sencillez, buenas tapas, servicio amable y un velador para charlar sin interrupciones musicales. Así da gloria pimplarse.

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