MIENTRAS mira, nostálgico más de 30 años después, las fotos de cuando fueron héroes en la infancia y adolescencia, el viejo Fat Moe, embelesado ahora como entonces, se lo confiesa: "Yo lo hubiera apostado todo por ti, Noodles". "Y lo hubieras perdido todo", replica el gran Robert de Niro antes de zanjar la conversación: "Se conoce a los ganadores en la línea de salida… También a los perdedores".

Recordé esta escena de la impagable Érase una vez en América mientras veía en directo la celebración y posterior rueda de prensa del seleccionador Diego Armando Maradona el pasado miércoles en el estadio Centenario de Montevideo. Y recordé la escena para corroborar la verdad del amargado y vencido Noddles. Desde la línea de salida se conoció en su época al futbolista ganador Diego Armando Maradona. Y desde la línea de salida se conoce ahora al entrenador perdedor Diego Armando Maradona.

Porque lo que hizo el Diego dentro de un terreno de juego no lo había hecho ni lo hará ya nadie. Su clarividencia y su juego fueron, son y serán inimitables. Incluso sus reivindicaciones, justas o no, llegaban siempre desde la razón y justificadas por el talento. Todo lo contrario le sucede al entrenador Diego Armando Maradona, un seleccionador obtuso y cerril, que en apenas ocho meses ha llegado a convocar a más de 70 jugadores y que ya no maneja ni los códigos ni las claves del juego. Para colmo, reivindica de forma grosera cuando tendría más razones para taparse que para sacar pecho. Su mérito ha sido meter en el Mundial a Argentina por los pelos y tras quedar cuarta en el peor grupo de clasificación suramericano en muchos años. Su otra aportación ha sido desfigurar a la albiceleste hasta hacerla irreconocible, sin juego y con un fútbol sin orden ni concierto, lamentable desde el minuto uno hasta el 90 de cada encuentro. Ganadores y perdedores. Bien que lo sabía Noodles.